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Si las bandas de hostigadores que pueblan las redes sociales saltaran a la realidad, ¿qué tendríamos?

Probablemente una batalla violenta, incesante, de pandillas y contingentes enfrentados peleando por la hegemonía física del espacio público, como pelean hoy en Twitter y Facebook.

La violencia verbal convoca la violencia física. De hecho, suele ser su anticipo, como le consta a todo el que haya visto la secuencia de un pleito.

Primero el roce, luego los insultos, luego los golpes.

He dejado de leer los mensajes que dejan los lectores a mi columna en MILENIO porque lo dominan de inmediato lectores —sublectores— que se insultan.

Es claro que son por su mayor parte discutidores instrumentados, que tienen la tarea no de golpearme a mí, sino de insultarse y descalificarse entre ellos.

De las redes sociales instrumentadas, que sirven a una causa política, han venido amenazas grotescas de muerte para periodistas.

Llueven todos los días injurias y descalificaciones sobre quienes tienen alguna preferencia política distinta del infamador.

También contra quienes pretenden mantener el equilibrio en un campo donde cada día más desaparecen los matices y hay solo “conmigo o contra ti”.

Quizá el peor de los espectáculos que hay en esas batallas de violencia verbal, es el de la seguridad con que unos hablan de la superioridad de su causa frente a la inferioridad de la de sus rivales.

Esa superioridad moral tiene el tufo del maniqueísmo y se funda en la descalificación del otro, quien es siempre el equivocado, el sospechoso, el indigno de otra consideración que no sea la denuncia y el escarnio.

“Frutos de la temporada”, dicen los observadores experimentados: van y vienen, como vienen se van.

Puede ser. Pero puede ser también que no, que todo ese veneno maniqueo —y la peor de sus expresiones, el seudohumor vulgar— acabe un día por saltar a la calle, y convertir nuestro pleito de palabras en un pleito de verdad.

Tenemos cientos de bandas armadas en el país peleando por el control del crimen. Nada peor podemos sembrar que otra proliferación de bandas violentas peleando por la política.

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