
A mediados de 1960, el atleta australiano Reg Spiers estaba en Reino Unido para recuperarse de una lesión que había interrumpido su carrera de atleta. Entonces era una promesa en el lanzamiento de jabalina y se estaba preparando para participar en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964. Cuando quedó claro que no podría competir … Continued
A mediados de 1960, el atleta australiano Reg Spiers estaba en Reino Unido para recuperarse de una lesión que había interrumpido su carrera de atleta. Entonces era una promesa en el lanzamiento de jabalina y se estaba preparando para participar en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964.
Cuando quedó claro que no podría competir en las Olimpiadas, Spiers se propuso reunir el dinero suficiente para volar de regreso a Australia. Para ello, había pensado en trabajar en el aeropuerto.

Sus planes cambiaron cuando le robaron la cartera con todos sus ahorros. Desesperado por llegar a Australia a tiempo para el cumpleaños de su hija, decidió enviarse a sí mismo por correo aéreo.
“Como había trabajado en la sección de carga de exportación (del aeropuerto) sabía del envío de mercancías. Había visto a animales viajar así todo el tiempo, así que pensé que si ellos podían hacerlo, yo también podía”, declaró.
“Conseguí una caja y ya. ¿A qué debía tener miedo? No me asusta la oscuridad, así que simplemente me senté dentro”, contó.
La caja
Spiers conocía cuál era el tamaño máximo de la caja a enviar por aire. Así que convenció a un amigo, John McSorley, para que construyera una caja para “enviarse a sí mismo” a su país.
“Me dijo que debía medir 1,5 metros de largo, 0,9 de alto y 0,75 de ancho”, recuerda McSorley. “Conocía bien a Reg, así que pensé: ‘Lo va a hacer de todos modos, así que será mejor que le construya la caja’”.

La caja que hizo siguiendo las especificaciones del atleta le permitía sentarse con las piernas estiradas o, si lo prefería, tumbarse con las rodillas en alto. Las dos tapas laterales se mantenían en su lugar gracias a dos listones de madera colocados en el interior. Así, quitándolos podía salir por cualquiera de los lados del arca.
Para evitar cualquier sospecha de que en el interior viajaba una persona, el arca fue etiquetada como carga de pintura dirigida a una compañía de calzado ficticia de Australia.
Empacó comida enlatada, una linterna, una manta, una almohada y dos botellas, una para agua y la otra para la orina. Antes de volar, tuvo que permanecer 24 horas en el aeropuerto de Londres porque el avión no podía despegar a causa de la niebla.
Una vez en el aire, puedo salir de la caja.


Escalas
“Me estaba muriendo por salir, así que lo hice entre Londres y París”, cuenta. “Oriné en una lata y la puse encima de la caja. Estaba estirando las piernas cuando el avión empezó a descender. Hacíamos escala. Así que, algo asustado, me volví a meter y dejé la lata con la orina encima”.
Los encargados del equipaje en el aeropuerto de París pensaron que el desagradable contenido de la lata era una broma de sus homólogos en Londres. “Dijeron cosas terribles de los ingleses”, recuerda Spiers. “Pero ni siquiera se fijaron en la caja. Así que continué (el viaje)”.
La siguiente escala fue en Bombay, India, donde los maleteros dejaron la caja (con Spiers dentro) al sol durante cuatro horas. “Hacía un calor del infierno, así que me quité toda la ropa”, relata.
“Me dejaron en la pista antes de meterme en otro avión. Estaba atado pero tenía los pies en el aire, y estaba sudando como un cerdo. Pero no me di por vencido. Finalmente vinieron y me pusieron en otro avión”.
Cuando el avión aterrizó por fin en Perth, abrieron el compartimento de la carga, y escuchó a los operarios australianos maldecir por el tamaño de la caja, Spiers supo inmediatamente que estaba en casa.
“Era el acento, inconfundible”, dijo el exatleta.
“Sabía que iban a llevar la caja a un almacén. Una vez allí, salí de inmediato de la caja. Había cajas de cerveza. Y, aunque no tomo, saque una lata y la bebí”.

La noticia
Spiers había sobrevivido tres días de viaje en una caja de madera y había logrado llegar a su ciudad.
Pero mientras, en Inglaterra, su amigo John McSorley estaba sumamente preocupado por su amigo.
Y es que Spiers se olvidó de avisar a McSorley que había llegado a su destino. Así que este último fue a los medios de comunicación y Spiers pronto se convirtió en la sensación de su país.
“Recibí un telegrama de una política australiana de renombre que decía: ‘El valiente esfuerzo de un verdadero australiano’. Fue genial”.
Además, la aerolínea no le cobró los gastos de envío.

“Nunca había visto nada igual. Mi madre hasta se asustó al ver la calle entera bloqueada por los periodistas. Y continuó así durante semanas. Fue salvaje”.
Spiers logró llegar a tiempo al cumpleaños de su hija, pero ante tal despliegue aún le quedaba una tarea que hacer: convencer a su esposa de que su historia era real. “No me creía”, dice. “Finalmente se convenció”.

Los representantes de la industria aeronáutica dicen que un suceso como este no podría ocurrir hoy en día.
La bodega suele estar presurizada y la temperatura no suele ser helada, pero por razones de seguridad toda la carga pasa por escáneres, así que, en caso de que hubiera una persona oculta entre ella, se encontraría rápidamente.
Medio siglo después de la hazaña Spiers, explica que su actitud fue la siguiente: “Tuve esa idea loca de volver a Australia en una caja. ¿Quién me iba a decir que no funcionaría? Decidí darle una oportunidad”.
Con información de DailyMail y BBC