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Confiteor Deo omnipotenti, et vobis, fratribus; 

quia peccavi nimis cogitatione, verbo, opere et omissione:

mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. 

Suena mamón, estoy consciente, pero me pareció que es lo menos que tenía qué hacer después de lo del martes de esta semana. Cuéntolo. Acúsome de que fui con mi amada Bertha a ver la película Cónclave  –que merece ganar uno o dos Óscares el mes que viene- después de conocer las noticias sobre el pésimo estado de salud del Papa Pancho.

Yo así le digo, porque no soy de su grey y me cae a toda madre, a pesar de que prefiera hablar en italiano en lugar de nuestra castellana lengua como lo hizo en su visita a México. Ahora, lo más reciente que le conozco, es que antes de internarse en el hospital Agostino Gemelli con una infección bronquial de aquellas, nombró a una sorella como encargada de su despacho. Que no es chico.

El hospital universitario Gemelli, por el nombre de quien puso la lana para hacerlo, es el más grande y mejor de Roma y es donde mueren en su piso décimo los Papas, oficialmente. Excepción hecha de Juan Pablo I, Papa breve, que murió en su cama, quién sabe por qué. Desde la época de los Borgia el papado encierra muchos misterios, como el de la sedia estercoraria y la leyenda de que en esa silla se hacía el examen a los testículos del Papa designado, para evitar que una mujer se colara a tan importante puesto.

Pero bueno. Mi perversa mente dedujo que la muerte del Papa argentino se aproximaba como se aproxima la de cada uno de nosotros cada mañana. Si mi médica familiar, Irma Beatriz, me dice que tengo a mis 83 una infección pulmonar polimicrobiana y una pneumonía (así se escribía cuando yo aprendí a escribir) bilateral, en ambos pulmones, me muero del diagnóstico, no de la enfermedad.

Con ese cruel pronóstico me fui a ver la cinta. No es la primera ni la última que hurga en las interioridades del proceso que cuando Benvoglio fallezca, que espero no sea pronto, tendrá lugar no en los foros de Cinecitá sino en el Vaticano mismo. Durante más de cinco siglos, seguramente a partir de la saga de los Borgia y sus desmanes, la complicada y torva estructura del poder político y económico que la iglesia católica maneja desde el Trastevere sigue siendo un enigma en donde los pecados veniales y mortales se han tratado de ocultar. Con poco éxito, ciertamente.

La novela que da origen a esta nueva película reincide en develar, a partir de historias que no voy a descubrir porque lo mío no es vender trama, una simple realidad que los católicos en el poder, o sometidos a él, tienen que comenzar a admitir, reconocer y actuar en consecuencia: los sacerdotes de todas las religiones no son ni más ni menos que seres humanos como todos los demás, con sus mismas virtudes y flaquezas. Y una entidad tan poderosa e importante como el Vaticano se sigue definiendo en cada Cónclave entre los dos extremos de un lento Aggiornamento y un agresivo conservadurismo.

PARA LA MAÑAERA DEL PUEBLO (porque no se puede entrar sin tapabocas) ¿Cuánto tiempo aguantará la insistencia de la señora Claudia en pedirle a Trump que respete la soberanía de nuestro país? Allá en el Norte no parecen muy dispuestos a hacerle caso. Tenemos que prepararnos para lo peor. Que será peor que la muerte de un Papa.

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