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Hay algo amenazante en las palabras del presidente López Obrador sobre la manifestación a la que muchos ciudadanos acudiremos este próximo domingo. Ha calificado a los asistentes a la protesta contra sus ataques al Instituto Nacional Electoral como un conglomerado de “cretinos”, “hipócritas”, “racistas”, “ladinos”, “inmorales“ y “corruptos”.

Ya nada nos sorprende del impudor verbal del Presidente, de la grosería política y ética de su discurso, pero sus palabras no dejan de ser un escándalo público, un continuo desahogo tocado por la vibración de una violencia y un abuso verbal que no habíamos visto en ningún presidente de este país.

Con relación a la marcha del domingo próximo ha hecho algo más: ha sembrado una idea violenta, ha sugerido la posibilidad de un salto de la violencia verbal a la violencia física contra los manifestantes. Estas son sus palabras (7 noviembre): “Tienen todo el derecho de manifestarse… Que participen todos en la marcha…

Hago un llamado a todos los ciudadanos, y en especial a los que simpatizan y participan en el movimiento de transformación, para que se queden en sus casas, que no haya ninguna reunión, que nadie vaya a provocar… Yo voy a hacer una gira en el sureste… ni voy a estar aquí.

Y no quiero que, como lo hacen algunos, por afecto, por cariño, porque sí hay cariño y es recíproco, que…”. Se detuvo ahí, sibilinamente, sugiriendo lo que callaba.

Creo que en estas palabras hay la advertencia, para propios y extraños, de que el domingo puede haber una provocación de parte de sus partidarios contra los manifestantes.

¿Saben ustedes por qué? Pues “por afecto, por cariño” al “movimiento de transformación”, y al Presidente. “Porque sí hay cariño y es recíproco”. Y porque, debido a ese afecto y a ese cariño, resulta difícil contenerse ante estos “cretinos”, estos “hipócritas”, estos “racistas”, estos “inmorales”, estos “ladinos”, estos “corruptos”.

No se diga después que el Presidente no lo advirtió, que no trató de contener a sus seguidores para que respetaran tanta escoria.

Esto es lo que se llama sembrar una idea, inducir una conducta predicando la contraria.