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Cárceles son un síntoma de cómo está la sociedad: papa Francisco
Foto de Con el Papa

El papa Francisco acudió al Centro de Readaptación Social (CERESO) número 3 en Ciudad Juárez, Chihuahua donde lo esperaban cientos de personas.

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Foto de Con el Papa

A su llegada, el líder de la Iglesia Católica dirigió a los presentes en el rezo de un Ave María, para luego pedirles, como lo ha hecho durante todo el tiempo que ha estado en México, que pidan por él.

El papa Francisco recorrió las instalaciones del penal y caminó a un lado de decenas de personas reunidas frente a la capilla “Cristo El Salvador”, que consagró y bendijo.

Una cruz grande y par de cuadros grandes, uno de la Virgen de Guadalupe, adornan el lugar. Justamente frente a la imagen de la “Morenita del Tepeyac” se inclinó.

El pontífice manifestó luego su deseo de que cada una de las personas que se acerquen a este lugar acudan a la Virgen y contemplen la fragilidad de Cristo, “que se hizo pecado y muerto para sembrar semillas de esperanza y resurrección”.

Comentó que llevó una imagen de cristal de un Cristo crucificado, “que demuestra la fragilidad de la humanidad y sin embargo con esa fragilidad nos ayuda, nos saca adelante, nos abre las puertas”.

Tras ingresar a las instalaciones del penal, el papa fue recibido por un grupo de internos, que interpretaron una canción compuesta en su honor.

Luego el pontífice ascendió a un pequeño estrado, donde comenzó la reunión con los reos, celadores y personal del penal.

“Aquí hay seres humanos”, recordó una interna ante el papa

Evila Qintana, una de las reclusas, aseguró ante el papa Francisco que muchos han perdido la esperanza en la rehabilitación de los presos y recordó: “aquí hay seres humanos”.

“La mayoría tenemos la esperanza de la redención y en algunos casos la voluntad de conseguirla”, afirmó, en un discurso cargado de emoción, la mujer seleccionada para hablarle al Pontífice a nombre de sus compañeros detenidos.

Reconoció que la cárcel pone a prueba el espíritu y la fortaleza de la fe, porque entrar a prisión implica el aislamiento de las personas que más se aman y la distancia les hace adaptarse, poco a poco, al desprendimiento.

Confesó que cuando los internos reciben un veredicto, lo primero que hacen es llorar y manifiestan sentimientos de angustia y desesperanza, para luego hacerse preguntas, para las cuales no quieren escuchar respuestas. Entonces se sienten expuestos, vulnerables y solos.

“Su visita quedará grabada en nuestros corazones. Su amable presencia de peregrino nos llena de ilusión y alegría; pues la visita que recibe un interno se convierte en un alimento que nos nutre de fe y esperanza de pronto volver a casa y reencontrarnos con los nuestros”, agregó.

El recorrido del Papa por el Cereso comenzó con el saludo a algunos familiares de presos en un túnel interior de ingreso al penal. Luego se trasladó a la capilla, donde intercambió palabras con el personal y los capellanes del lugar.

Varios de los 700 detenidos presentes le dedicaron unos cantos. En el momento del intercambio de regalos, el pontífice entregó un crucifijo de cristal obra del maestro Pierluigi Morimanno.

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Foto de Papa Francisco en México

Antes de la detenida, había tomado la palabra Andrés Vargas Peña, obispo auxiliar de México y responsable de la dimensión de la pastoral penitenciaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

En su discurso deseó que la visita del Papa al penal “pese favorablemente” en el ánimo de las autoridad civiles para que escuchen la “súplica” para, aprovechando la implementación de los juicios orales, se favorezca la revisión de procesos de quienes tienen años esperando sentencia.

Además solicitó, a nombre de la Iglesia mexicana, que la cárcel no sea la única “medicina” para aquellos que cometan delitos menores.

Señaló que en México existen 400 cárceles, con una población aproximada de 250 mil internos, incluidas más de ocho mil mujeres. Estos centros –añadió- “reflejan al país en sus contrastes de desigualdad”.

“En ellos se manifiestan algunas de las consecuencias dramáticas del gran negocio de la violencia (trata de personas, narcotráfico, venta de armas, corrupción) que arrastra y destruye muchas vidas inocentes, en particular niños, jóvenes y pobres, destruyendo las familias”, constató.

“Estoy seguro que su visita al Cereso de esta ciudad trasciende y llega a todos los centros de reclusión esparcidos por nuestro país”, apuntó.

El papa Francisco dirigió un mensaje a los internos

Tras saludar de uno por uno a los reos que acudieron al evento, donde incluso le entregaron dos regalos, el papa Francisco dirigió un mensaje a los internos, donde destacó la importancia de la misericordia.

En su discurso, Francisco deploró las limitaciones del modelo penitenciario actual y señaló el “camino urgente” a tomar para “romper los círculos de la violencia y de la delincuencia”.

“A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud”, lamentó.

“Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas”, añadió.

Denunció que se ha olvidado concentrarse en lo que realmente debería ser la principal preocupación: la vida de las personas y sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia.

Estableció que las cárceles son un síntoma de cómo está la sociedad, un síntoma –en muchos casos- de silencios y omisiones que han provocado una “cultura del descarte”, un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida, de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos.

Según el obispo de Roma, la reinserción no comienza dentro de las paredes de la cárcel sino que debería comenzar afuera, en las calles de la ciudad, creando un sistema de “salud social” donde existan sanas relaciones en las plazas y en los hogares, donde se prevengan todas las acciones que lastimen a la comunidad.

“La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas”, insistió.

Dirigiéndose a los presos les pidió no olvidar que tienen a su alcance “la fuerza de la resurrección” y de la “misericordia divina” para dejar atrás el dolor de la caída y poder rehacer la propia vida después del arrepentimiento por los actos cometidos.

“Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión”, los animó.

“Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir ‘experimentó el infierno’, puede volverse un profeta en la sociedad”, abundó.

Finalmente, le pidió a los internos que por favor no se olviden de rezar por él.

Tras su mensaje, el jerarca católico lució alegre y relajado, mientras los prisioneros se agolparon junto a la valla para intentar que los tocara.

Dos reos músicos, llorando, se arrodillaron para besar sus manos, mientras el Papa oró con ellos y los bendijo, en tanto que un hombre tocó su guitarra si cesar.

Luego el pontífice se acercó a besar a una niña y a una mujer, quien trabaja en el penal, para luego salir del reclusorio.

Redacción