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Los productores de petróleo están en una guerra comercial y dejan ver una aparente cara de tranquilidad con los precios actuales. La estimación de los expertos es que podrían bajar más los precios de los niveles actuales.

No hay tensiones geopolíticas entre potencias o países productores. La Organización de Países Exportadores de Petróleo se ha quedado en un simple membrete en donde sus integrantes tienen claros intereses encontrados.

Irán tiene un gobierno más moderado y Venezuela tiene un mandato desarticulado; no hay amenazas, pues.

En fin, está todo puesto para que entre los excesos de producción y especulación financiera los precios de los hidrocarburos se mantengan bajos por un tiempo considerable.

Pero, ¿qué pasaría con las principales economías del mundo si repentinamente esa situación cambia?

Los actos terroristas de Francia del yihadismo son desafortunadamente mortales, pero ejecutados por células modestas. Hay aparentemente mejores controles internacionales para prevenir ataques de gran envergadura como los de al-Qaeda de principios de este siglo.

Sin embargo, no hay garantías de que un ataque de mayor dimensión pueda alterarlo todo, la seguridad, la política y la economía. Ucrania no es un asunto resuelto y la franja mediterránea de África sigue siendo un polvorín. El mundo no es un lugar pacífico, simplemente hay una tregua.

Los consumidores estadounidenses rápidamente se han acostumbrado a pagar 2 dólares por galón y a requerir ya no 100 dólares, sino 45 dólares para llenar los tanques de sus enormes camionetas de 100 litros.

Y no son sólo esos 200 o 300 dólares de ahorro al mes, implica un cambio de hábito, una influencia en sus decisiones de compra y un aumento en la confianza política y económica en su país.

Si la idea árabe es tronar a los productores estadounidenses, podrían toparse con la pared de un gobierno en Washington que no quiera perder una ventaja política con un claro argumento de seguridad nacional para apoyar económicamente a sus productores locales. Además, están involucrados cientos de miles de empleos del sector energético.

Hace seis meses un galón de gasolina regular costaba 3.60 dólares, hoy el promedio es de 2.10 dólares. Nadie pudo haber anticipado esto, como tampoco es posible predecir que se pueda dar un rebote en la misma dimensión.

Si Estados Unidos en pleno crecimiento se enfrentara a un repentino aumento en los precios de los energéticos, desataría las presiones inflacionarias que a su vez moverían a la Reserva Federal a poder adelantar el incremento en las tasas de interés y su velocidad de recuperación. Esto anticiparía sismos de gran magnitud en los mercados financieros que viven con el temor de lo que haga el banco central de Estados Unidos.

En fin, el terreno de los combustibles baratos es aparentemente cómodo, pero altamente pantanoso. No hay garantías de que los consumidores gozarán de estas bondades de los combustibles por largo tiempo.

Es lo más probable ante el escenario actual. Pero hay que recordar que apenas en noviembre pasado nuestros más aguzados especialistas en finanzas que despachan en Hacienda, Pemex y el Congreso anticipaban que para este año el precio promedio de la mezcla mexicana estaría en torno a los 79 dólares y no en 38, como hoy.