Elecciones 2024
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Señoras y señores, a raíz de que el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, el troglodita, míster Orange, como, en mi columna anterior, invité a que le digamos de cariño… todos los que lo odiamos, ha cumplido, hasta ahora verbalmente y con la firma de un decreto, sus ominosas intenciones contra nuestra nación y nuestros connacionales que viven y trabajan en su país; el gobierno, adalides de la iniciativa privada, partidos y dirigentes políticos; y algunos líderes de opinión, éstos sea por despiste o por chayote asignado; han convocado a la despojada y maltratada sociedad mexicana a la unidad nacional.

El autor de estas líneas considera, desde su punto de vista de simple ciudadano, que eso de la unidad, es loable, siempre y cuando los convocantes no fueran, salvo honrosas excepciones, una gavilla de depredadores que con su invitación sólo buscan seguir disfrutando de sus privilegios apelando al patriotismo —casi, casi, futbolero— de los habitantes del país que usufructúan.

A la escasísima aceptación que tiene el presidente Peña Nieto; a la nula capacidad que percibimos en su equipo; a la escandalosa y, cada vez más, intolerable corrupción y su hija putativa la impunidad; así como a sacadólares y empresarios buitres —que los hay—; les cayó de perlas la beligerancia de Trump contra nuestro país y la lógica reacción de repudio que ésta causó a nivel popular para estratégicamente usarla como un motivo de unión de los mexicanos en torno a una causa común.

Por primera vez en los años que tengo —que son un buen— he palpado que entre los diferentes segmentos de la sociedad mexicana se ha creado un sentimiento nacionalista de solidaridad generado por la visión radical que de la economía y la política, en contra nuestra, ha demostrado el demente de Washington.

No soy ajeno a la necesaria unidad nacional, pero ésta debe darse en condiciones de equidad y no como un muro interno para esconder detrás de él las injusticias, corruptelas, malos manejos y madrazos propinados a un pueblo que, aparentemente, olvida fácil, pero que ya está harto de la insensibilidad de los gobernantes, la rapacidad de los malos políticos —¿pleonasmo?— y la voracidad de los empresarios gandayas, así como de la falta de igualdad de oportunidades y justicia real, expedita y pareja para todos.

Hay que hacerles saber a los convocantes precitados líneas arriba que es imposible hacer unidad con quienes mal administran nuestros impuestos y manejan la economía de manera deficiente como lo resienten en su propia bolsa las clases media y baja. (Su ineficacia ha creado una nueva clase social: los nuevos pobres).

Digámosles a quienes nos invitan a unificarnos con ellos que resulta imposible inscribirse en el mismo grupo en el que están los legisladores y ministros de la Suprema Corte que tienen salarios y prestaciones de las que carecen sus homólogos de países ricos y desarrollados. ¿Cómo nos piden que estemos unidos a la misma causa en la que, aparentemente, están los cuatreros de la clase política y los empresarios que pagan salarios de hambre, evaden impuestos y mandan sus ganancias al extranjero?

Declarémosles que no estamos dispuestos a ir con ellos a una inviable unidad nacional mientras no se aclare qué sucedió con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa; anden libres los exgobernadores Javier Duarte —cerdito en fuga— y Fidel Herrera; César Duarte, Roberto Borge y Rodrigo Medina; Arturo Montiel y Tomás Yarrington por mencionar a los más conspicuos.

En resumidas cuentas, pintémosles caracolitos a los que piensan que somos pendejos y que debemos hacer rondanas con hojalateros.

La buena y la mala

Hoy inicia el periodo de sesiones de la LVII Legislatura del Congreso de la Unión. Serán presentadas dos iniciativas de ley que tienen como objetivo ahorrar dinero público. Una la presentará el Partido Acción Nacional: consiste en reducir sustancialmente los recursos económicos que se les dan a los partidos políticos. Suena bien porque ya basta de mantener a la burocracia partidista y subvencionar campañas donde se promete lo que no será. La otra surge del PRI que propondrá —“de cara a la sociedad” César Camacho, dixit— aminorar el número de senadores y diputados, cosa que Peña Nieto en campaña firmó ante notario público y que hasta ahora no ha cumplido. Ambas propuestas son una noticia buena. La noticia mala es que, en opinión de los analistas de la política nacional, el tricolor no apoyará la iniciativa panista y el blanquiazul no secundará al PRI, con lo cual una iniciativa eliminará a la otra. ¡Vivan nuestros patrióticos legisladores que aun en la hora de la “unidad nacional” primero piensan en sus intereses partidistas que en el bien del país!

Cien años de impunidad

Pasado mañana es el centésimo aniversario de la Constitución Mexicana; una anciana violada, atormentada y prostituida. Si acaso hubiera algo que festejar serían las buenas intenciones de los constituyentes que redactaron la primera Constitución con sentido social del siglo XX. Lástima que ya sus primeros pasos fueron malos. A la manera de regalo en su centenario, traigo una reflexión del historiador, académico y periodista Gastón García Cantú: “Para hacer una revolución en México bastaría con aplicar nuestra Carta Magna”.