Elecciones 2024
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Decir ahora que fue un tino haber invitado a Donald Trump a México –en un precipitado viaje con falta de meticulosidad en el protocolo- parece como tratar de llevar el asunto al reduccionismo de un juego de apuestas.

Si ganó Trump se apostó bien, pareciera ser la intención al deslizar la insinuación. No es el caso.

El cálculo tejido por el ex secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, de traer a México y a Los Pinos al ahora Presidente electo de Estados Unidos tenía la intención de fijar –cara a cara- la postura presidencial mexicana de rechazo al Muro fronterizo y más aún de que fuera pagado por los mexicanos con el producto de una tributación a las remesas.

Fue un error reconocido ya por el Presidente Enrique Peña Nieto. Porque tratar de cambiar el punto de vista o uno de los puntales de la campaña de Trump en una visita relámpago sonaba, como seguirá sonando, a pura ingenuidad. Tan es así que el multimillonario empresario avenido ahora a político reiteró pocas horas después, en un acto en Arizona su posición acerca del Muro en la frontera.

Trump no dará paso atrás en sus pretensiones y menos con un Congreso de mayoría republicana. Endurecerá su postura de contención migratoria, no solo dirigida hacia el sur de su frontera sino hacia otras partes del mundo, y tratará de revertir parte de la desindustrialización y dispersión de la producción estadounidense que –a la sombra de la globalización- ha dejado debilitados a amplios sectores de la sociedad estadounidense, particularmente la clase media caucásica que ha quedado desplazada del mercado laboral.

Según los postulados de campaña de Trump, Estados Unidos ha perdido un tercio de los empleos manufactureros desde que se implementó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y 50 mil fábricas han cerrado desde la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio.

Y, según los mismos sustentos de la campaña del hoy Presidente electo de Estados Unidos, su país ha perdido 2 millones de empleos debido al déficit comercial generado por el Acuerdo Transpacífico, de los cuales –señala- 740 mil corresponden a la industria automotriz y de autopartes, sector al que el gobierno mexicano ha venido apostando para convertirse en un cluster mundial.

Por lo que toca a inmigración, la oferta de Trump que parece haber prendido en algunos votantes es que la prioridad sea para los estadunidenses, de tal modo que los nuevos controles migratorios sean para incrementar los salarios y asegurar que los empleos sean ofrecidos primero a los trabajadores estadunidenses. Y sólo aceptando inmigrantes que puedan ser exitosos y autosuficientes económicamente en Estados Unidos.

Trump se ha desdicho de muchas cosas y ha cambiado posturas. Pero en el foco, una de las grandes presiones que enfrentará será la de sus votantes que exigen recomponer a una clase media que –como en muchos países, incluido México- se ha venido depauperando al ensancharse la pésima distribución del ingreso que ha creado grandes fortunas y dañado-precarizado los salarios.

No será sencillo en el entretejido de intereses económicos y financieros formados en Estados Unidos y países altamente desarrollados, como producto de los procesos globalizadores. Tratar de desmontar esa inercia causará daños graves a la Unión Americana y con ello al resto del mundo, al potencialmente desincentivar inversiones. Por eso no es que se espere mesura o cautela de Trump sino la otra presión, la más poderosa: la financiera.

La reacción de los mercados financieros ha sido de incertidumbre manifestada en volatilidad. Es entendible. La globalización está cimentada precisamente sobre los servicios financieros y la maximización de la utilidad, así como la expansión de la producción más allá de las fronteras de los mercados internos.

Volver a hacer grande a América (Estados Unidos) como reza el eslogan de campaña de Trump fue construido en un sentido más endógeno frente a un gran núcleo de población estadunidense que se ha venido sintiendo desplazada por las olas migratorias, la depauperación de los salarios y la desaparición de empleos por la reubicación de la producción en otros países, en beneficio de países asiáticos especialmente China y, de alguna manera, de México. Por eso la xenofobia y el odio racial han sido detonadores emocionales.

Pensar, entonces, que Trump cambiaría su percepción en un solo viaje de pocas horas, frente a una realidad compleja que se vive en Estados Unidos, sería poco sensato.

La posible llegada de Hillary Clinton probablemente hubiera mantenido el status quo.

Trump ha ganado a pesar de todos los deseos. Y más delicado aún es que tendrá un poder elevado, con el apoyo del Congreso, de revertir muchas cosas.

El viaje de Trump a México y los errores al respecto son cosa del pasado por más controversiales que sean.

El gran reto a enfrentar a partir del 20 de enero de 2017 y, posiblemente, para los próximos 8 años es que surjan presiones que incidan en una recomposición del Orden Económico Internacional que, valga la pena mencionar, hoy está construido en tres sectores clave: transporte, telecomunicaciones y servicios financieros. Quien domina en estos gana.

PostScriptum.- La política es fea y dura, dijo Trump en su primer discurso como Presidente electo refiriéndose a la andanada de estiércol que se lanzaron él y Hillary Clinton. Una vieja tira de caricaturas denominada “Don Concho, un Político a la Mexicana” subrayaba una frase: “en política hay que comer mierda sin hacerle ascos…” Y vaya que Trump y Obama lo hicieron en su encuentro en la Casa Blanca. Puff!

Por Luis Alberto Rodríguez (@LuisAlbertoRodr)
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