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Desde las murallas del Banco de México (Banxico) se ven, ahora sí, las armas monetarias que durante tantos años fueron acumuladas para enfrentar un combate en contra de la especulación cambiaria.

Todos esos recursos acumulados durante años en las reservas internacionales, lo mismo dólares que euros y hasta oro, hoy se dejan ver libremente para que si alguien en los mercados quiere disparar en contra de la moneda mexicana, sepa el calibre que deberá enfrentar de regreso.

Hoy toma más relevancia esa línea contingente que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha renovado en varias ocasiones al gobierno mexicano desde el 2009 y que en la última revisión alcanzó los 70,000 millones de dólares.

Esta prestación del organismo internacional no está disponible para todos los países miembros del fondo; por lo tanto, la simple renovación consecutiva de esta posibilidad es un mensaje de confianza en la economía del país.

Entonces, entre los 174,000 millones de dólares en reservas y los 70,000 millones de dólares disponibles en préstamo inmediato del FMI, hay un cañón defensivo de más de 240,000 millones de dólares por si alguien se anima a correr contra el peso.

La diferencia entre la depreciación del peso frente al dólar durante el 2015, contra lo que hemos visto en este 2016 no es tanto el porcentaje de devaluación, como la intención de vender pesos para obtener dólares.

Sobre todo la semana pasada quedó claro que la especulación empezaba a apoderarse de este mercado, aprovechando la decisión de algunos portafolios que habían optado por empezar a abandonar sus posiciones en la moneda local.

Ante eso, la medida correctiva fue elevar la tasa de interés para equilibrar los rendimientos con la percepción creciente de riesgo. Y la medida preventiva fue quitar precisamente la cubierta al misil de las reservas, para que se usaran de manera discrecional en el mercado cambiario.

Fue de llamar la atención que tras el anuncio conjunto del Banxico y la Secretaría de Hacienda algunos obviaran esta medida como una importante, porque realmente no era doble, sino una triple dosis la que se aplicó para estabilizar los mercados.

La medicina fiscal parece que deberá ameritar algunas otras dosis adicionales en el futuro, porque las ecuaciones entre los ingresos, los gastos, el déficit y la deuda indican que la medicina de corrección fiscal tiene que ser aplicada durante una temporada larga.

Pero la tercera pata que sustenta la estrategia es la libertad de la autoridad cambiaria de intervenir de manera discrecional en el mercado cambiario.

Si a la fórmula de aplicar 200 millones de dólares tras una depreciación de 1% y otros 200 superando 1.5% fue burlada por los especuladores, que aprendieron a acelerar y frenar para ganar, la discrecionalidad anunciada es una invitación al juego de las vencidas.

Ya tocará a los expertos que designen Hacienda y el Banxico determinar si alguna presión cambiaria corresponde a un movimiento global, por los precios del petróleo por ejemplo, o bien a que algún tiburón embistió al peso.

Porque disparar un cañonazo de reservas para contener una depreciación global por eventos incontrolables sería un desperdicio de parque y una evidencia de debilidad.

Pero si es evidente que algún operador está buscando beneficio en la depreciación del peso, debe entonces encontrarse con todo el peso del billete de la Comisión de Cambios.

Y la autoridad tiene que aprender a usar el arma tan poderosa que ahora empuña para evitar que, como decían las abuelitas, le salga el tiro por la culata.