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Si alguno de los Reyes Magos tuvo en su lista uno de esos electrónicos de moda, se pudo dar cuenta que muchos de ellos subieron de precio, y si se tomaron la molestia de preguntar el porqué del incremento, seguro que alguien les dijo que por el dólar.

Muchos automóviles importados están cotizados en dólares, al igual que muchas propiedades que están tasadas en la divisa de Estados Unidos. Vamos, hasta la descarga de canciones digitales tiene su precio al tipo de cambio vigente.

Otros tantos artículos que no han cambiado sus precios hoy son más baratos en México que en el país del norte, por el efecto cambiario. Pero es cuestión de tiempo, de resurtir inventarios, para que ajusten al alza sus precios.

Es verdad que en otros momentos se ha disparado el precio del dólar y la inflación no ha tenido mayores consecuencias. Pero los dólares de a 15 pesos del 2009 no son lo mismo que los dólares de a 15 pesos de hoy. En aquel momento la economía mexicana estaba en recesión y hoy está en crecimiento.

Además, ya son muchas semanas en las que el peso se debilita cada día más, lo que genera una presión psicológica adicional que invita a la especulación cambiaria y la toma de decisiones apresuradas.

Pero dejemos de lado el dólar y el virtuoso mecanismo de libre flotación. Hay que esperar que las fuerzas del mercado, la diferenciación de los destinos de inversión y la estabilidad de la economía mexicana permitan una cotización más lógica.

Lo que hay que atender de inmediato es el mercado petrolero. Hoy un barril de la canasta de los diferentes petróleos que se producen en México, y que se conoce como mezcla mexicana, cuesta 40 dólares, cuando el presupuesto estima 80.

El gasto de este año, nos insisten hasta el cansancio, está cubierto. Pero estamos a unos cuantos meses de que inicie el análisis en la Secretaría de Hacienda del paquete económico del 2016, y ahí no habrá ningún suicida en los mercados que acepte cubrir los precios del petróleo en los niveles amarrados para este año.

Desde Los Pinos insisten en que llegado el momento de considerar las cuentas del próximo año se optaría por un recorte al gasto, no por un aumento en los impuestos, no por mayor endeudamiento.

Pero si la fuente que surte la tercera parte del gasto público tiene una merma tan importante por precio y rendimiento, más vale que empiecen a dar explicaciones.

Incluso si el precio del petróleo subiera de forma repentina hasta los niveles presupuestados, tendría un efecto inflacionario global y de impacto en el crecimiento. Ahí también se necesita alguna explicación.

Ya es hora de ver en una conferencia conjunta al gobernador del Banco de México y al secretario de Hacienda explicando qué tendrían que hacer en caso de que las turbulencias continúen. Porque no se trató sólo de un lunes negro, son tiempos oscuros en los mercados que empiezan a hacer tambalear la alicaída confianza de los agentes económicos.

Es la hora de que desde las cabezas del sector financiero dejen ver su armamento y sus intenciones de usarlo si hace falta.