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El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue en su momento un objeto de deseo para muchos países del mundo, por sus alcances y sobre todo por el acceso que permite al mercado de Estados Unidos.

Hasta nuestros días se mantiene como un buen enlace que ayuda sobre todo al sector industrial mexicano. Pero es a la vuelta de más de 20 años de vigencia un tratado que se ve incompleto.

Hay áreas de oportunidad para mejorar el acuerdo como el sector energético, que no pudo ser incluido desde un principio por la absurda obsesión nacional que teníamos con el petróleo.

Existen otros temas que parecen inexplorables por las diferencias tan marcadas entre Estados Unidos, Canadá y México. Por ejemplo, las integraciones laboral y monetaria son hoy asuntos impensables.

Lo que evita una modernización del acuerdo trilateral pasa por el terreno de la política. En México tiene sus opositores ideológicos permanentes y algunos sectores que preferirían vivir con las fronteras cerradas. Pero el verdadero lastre para adecuar el TLCAN a la realidad de esta década del siglo XXI es la inmovilidad legislativa de Estados Unidos.

El libre comercio es una política muy de los republicanos, pero hoy que están tan cerca las elecciones presidenciales y que tienen un claro problema en su balanza comercial con las importaciones, derivado de la fortaleza de su moneda, no hay manera de considerar como posible una modernización del acuerdo comercial.

Para cuando las aguas políticas estadounidenses se tranquilicen, que será por ahí de inicios del 2017 con el siguiente presidente ya en la Casa Blanca, México estará entrando en la calentura de la sucesión presidencial. Así que olvidémonos de cualquier modificación por ese lado al libre comercio con Estados Unidos, al menos durante esta década. Por lo tanto, hay que aprovechar las oportunidades que se abren en otros mercados.

Los asiáticos van incluidos en ese tan ambicioso como nebuloso Acuerdo de Asociación Transpacífico, que pasa por muchos arcaísmos del propio TLCAN.

La oportunidad se abre y se debe aprovechar con la Unión Europea. El acuerdo que tiene México con ese bloque comercial siempre se vendió como un marco de avanzada, con alcances más allá de lo comercial; sin embargo, sus resultados son muy pobres.

No es opcional que nuestro país incremente su relación comercial con los europeos, sobre todo a la luz del acercamiento que hace nuestro principal socio comercial. Si Estados Unidos, en una chispa de inspiración, lograra el libre comercio con la Unión Europea, podría marginarnos peligrosamente.

Europa está en condiciones políticas, incluso en la urgencia, de ampliar sus posibilidades de mercado, y México es muy atractivo por su condición individual y regional.

La noticia es que México y la Unión Europea están a unos meses de iniciar las negociaciones de una ampliación en su acuerdo comercial, en el que el sector energético estará incluido.

Seguro que la crisis tan prolongada ha suavizado a los europeos y a los mexicanos les urge salir de la zona de confort de América del Norte, por más natural que nos resulte la vecindad con la economía más poderosa del mundo.