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Va llegando la hora de asimilar lo inevitable: este año suben las tasas de interés en Estados Unidos por primera vez desde que la Reserva Federal (Fed) decidió aplicar un plan muy agresivo de estímulos monetarios tras la gran recesión.

Los datos moderados del comportamiento del mercado interno estadounidense no han tocado el corazón de los banqueros centrales de ese país que ven la película completa y anticipan un crecimiento sostenido.

No quieren correr riesgos con la inflación y con el ritmo de expansión. No quisieran ver que la demanda interna, hoy tan deprimida, repentinamente se destapara y tuvieran que actuar de emergencia, lo que es visto con horror desde los mercados. Por eso, Janet Yellen, presidenta de la Fed, le dice al mundo claramente que el 2015 inicia la cura ascendente del costo del dinero.

Los mercados hablan de septiembre como el mes del primer disparo y desde el banco central no lo desmiente ni lo avalan. Simplemente no puede la titular del banco central poner una fecha específica para el primer aumento porque ésa es una decisión colegiada que tiene en sus protocolos de decisión su fortaleza como institución.

Más bien la presidenta de la Fed se ha tratado de convertir en una tanatológa financiera que busca la aceptación de lo inevitable como un proceso normal de los ciclos económicos. Es un intento de animar a que hay vida después del primer cuarto de punto de incremento en la tasa de referencia.

El mensaje en el que insistió el viernes en su reunión con senadores fue que este nuevo cambio en la política monetaria no tiene por qué afectar el desempeño económico de Estados Unidos.

Y mientras los mercados están atorados en el momento mismo del aumento, desde el banco central quieren insistir en que lo que viene es prudente y es gradual.

Prudente en el sentido de ir midiendo las consecuencias del primer aumento, no recetar por calendario las siguientes alzas, sino en una evaluación del impacto y el balance entre crecimiento e inflación.

Y lo gradual en la explicación de que una economía sin presiones en los precios, sin problemas en la capacidad instalada o en la oferta de bienes y servicios se puede tomar con mucha calma el proceso de regularización.

La realidad es que en el mercado, además del miedo del primer aumento, se ha gestado un terror a un incremento acelerado del costo del dinero. Los pronósticos hablan de tres aumentos este año, quizá de un cuarto de punto cada uno, para seguir esta tendencia el próximo año.

Si esta mujer logra transitar con esa calma que proyecta el paso de las tasas en cero a un nivel neutro sin mayores aspavientos, al menos en sus mercados locales, podría cerrar de forma satisfactoria uno de los capítulos más aventurados de la política monetaria del mundo.

Porque después de las ortodoxias de Alan Greenspan, llegó un hozado banquero, llamado Benjamin Shalom Bernanke, a revolucionar las políticas monetarias del planeta para dar paso a una prudente y pausada Janet Yellen que está en proceso de limpiar el tiradero.

Claro que hay tantos dólares sueltos por el mundo que contraerlos tendrá efectos inevitables fuera de las fronteras estadounidenses, así sea con las palabras más cuidadas y con los métodos más prudentes y graduales que implementen desde la Fed.