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Del problema, 25% tiene que ver con el bajo crecimiento de EU y 75% está relacionado con nuestro sector energético, dijo el ex secretario de Hacienda en Dublín.

¿Por qué México crece tan poco? Éste es uno de los grandes misterios. El doctor Pedro Aspe Armella tiene su diagnóstico: 25% del problema tiene que ver con el bajo crecimiento de Estados Unidos, mientras que 75% está relacionado con nuestro sector energético. “La producción de petróleo cae 7% anual desde hace años. No es un problema de baja inversión, porque la inversión ha crecido año tras año (desde el 2000), mientras que la producción sigue cayendo (…) siempre 7% anual. Este año (2015) dicen que no caerá, pero se los digo: volverá a caer (…) no les gusta que se los diga”.

No queda claro a quién no le gusta que lo diga. El auditorio está encantado con él. Es inteligente, claro en sus conceptos y tiene buenos datos a mano: “El último estudiante de doctorado en Geología que recibió fondos de Conacyt fue hace 15 años”.

¿Dónde dijo esto?, se preguntarán ustedes. En el University College de Dublin, en la Escuela de Administración Michael Smurfit. La conferencia fue el 15 de mayo. Dura un poco más de 1 hora con seis minutos, incluyendo una sesión de preguntas y respuestas de 28 minutos.

El principal problema de Pemex es la baja productividad, dice el ex secretario de Hacienda, “comparado con otras petroleras del sector privado es una cuarta o una sexta parte. Frente a Statoil de Noruega, otra empresa estatal, la comparación es peor. La productividad en Pemex es una séptima parte”.

Como apoyo a sus palabras, hay un texto en la pantalla. Se refiere al bajo factor multiplicador de las inversiones públicas y al costo que tiene para México la falta de acceso a gas natural para la manufactura. Es teatral en su exposición. Cuando habla del otro 25% que explica el bajo crecimiento de México, dice con gestos: ya casi no tenemos derecho a quejarnos, a pesar de los malos resultados del primer trimestre. Estados Unidos está creciendo con un incremento significativo de la productividad.

Ahora con pelo blanco, Pedro Aspe sigue siendo aquel malabarista que manejó la economía en el sexenio de Salinas. Equilibra su optimismo y el reconocimiento a las reformas estructurales con cierto realismo y algunas observaciones, llenas de sentido común: Espero que el presidente Peña le dé un segundo impulso a la reforma educativa, una vez que concluya esta fase de las reformas de telecomunicaciones y energía, dice. Coloca el problema educativo como uno de los tres grandes desafíos de México, junto con la pobreza y la inseguridad.

La fortaleza de la manufactura mexicana es una de las fuentes más visibles de su optimismo. Elogia a las universidades privadas y a los ingenieros mexicanos, “son buenos y se están convirtiendo en excelentes”. Cita un estudio del Boston Consulting Group, donde coloca a México y Estados Unidos como las dos estrellas de la manufactura mundial.

Pedro Aspe cuida mucho sus palabras, pero está claro que ya no trabaja en el sector público. Habla como empresario al que se le atribuye un rol de gurú. Su pronóstico sobre el impacto de las reformas estructurales implica una desviación de la narrativa oficial: Las reformas de telecomunicaciones y energética darán dos puntos adicionales de crecimiento, explica, pero no será un asunto que se consumará en 18 meses, “veremos incrementos de medio punto porcentual por año, en un periodo de tres a cinco años”. Es un gusto oír al doctor Aspe. Es de esos optimistas que ponen asteriscos a sus razonamientos.