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La calidad de los gobiernos locales hace la diferencia. 
El Bajío crece a tasas asiáticas. Veracruz vive tragedia 
a la griega.

Veracruz tiene todo para ser una potencia económica: recursos naturales, atractivo turístico, salida al mar, industria petrolera e infraestructura. En vez de hablar de éxito veracruzano, nos dedicamos a ver las oportunidades perdidas. Es el estado con peor desempeño económico, según México Cómo Vamos, el observatorio que dirige Viridiana Ríos. Su economía no crece y en vez de generar empleos, los destruye: 18,155 en el 2015. Su deuda pública es 4.7% del PIB, según las cifras oficiales. Es superior a 6.5%, si se toman en cuenta pasivos no reportados por el gobierno de Javier Duarte.

El Bajío carece de recursos naturales. No tiene mar, puertos, petróleo ni gas. A pesar de ello, crece a tasas asiáticas. Querétaro, Guanajuato y Aguascalientes constituyen una de las sorpresas más agradables del desempeño económico. En contra de los pronósticos, han desplazado a los estados de la frontera norte y han logrado captar algunos de los principales proyectos de inversión extranjera. La deuda pública de estos estados es significativamente baja. En Aguascalientes, 1.7% del PIB; en Guanajuato, 1.2% del PIB, y en Querétaro, 0.5% del PIB.

Los antropólogos podrán aportar mucho para explicarnos las diferencias culturales entre los veracruzanos y la gente del Bajío. No hablaré en nombre de ellos, aventuraré una hipótesis. El factor que mejor explica el estancamiento veracruzano es la baja calidad de su gobierno local. En sentido contrario, el dinamismo de los estados del Bajío está relacionado con el buen desempeño de sus gobiernos.

¿Qué criterios usar para evaluar un gobierno? Más que los discursos de los gobernantes, podemos enfocarnos en sus resultados. Concretamente poner la lupa en la parte que depende directamente de ellos. Un gobernador hace la diferencia cuando se trata de clima de negocios. ¿Atrae o espanta a los inversionistas? ¿Facilita o estorba a los emprendedores que quieren abrir o expandir un negocio? ¿Construye infraestructura que apoya proyectos productivos o levanta elefantes blancos? ¿Maneja los recursos públicos con visión o miopía? ¿Rinde cuentas de manera veraz y oportuna?

La lista de lo que un gobernador puede hacer por la economía de su estado es enorme e incluye aspectos no explícitamente económicos, como garantizar la seguridad pública y el Estado de Derecho. Me refiero en esta columna a los gobernadores porque no le estamos dedicando suficiente espacio y tiempo a ponderar su papel. Somos un país centralista y presidencialista que está acostumbrado a atribuir casi todos los bienes y males al gobierno federal y a los presidentes. No pretendo quitarles responsabilidad ni restarles méritos, simplemente decir algo que con frecuencia perdemos de vista: el gobierno local puede hacer la diferencia.

¿Cuántos puntos del PIB vale un buen gobernador? Guanajuato y Aguascalientes no crecerían a tasas asiáticas, si no fuera por la gestión de Miguel Márquez y Carlos Lozano. Querétaro no estaría en el mapa de la industria aeronáutica global, si José Calzada no se hubiera empeñado en ello.

¿Cuánto cuesta un mal gobernador? La deuda de Veracruz era 17,971 millones cuando Javier Duarte asumió la gubernatura. Ahora es, mínimo, 30,000 millones de pesos mayor. La deuda no es mala en sí, pero en este caso no trajo crecimiento, sino pronósticos de tormenta.

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