Elecciones 2024
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Este fin de semana, en Florida, Trump confirmó que sigue en campaña. Sin admitir errores ni desorden en su gobierno, insiste en que los escándalos son invenciones de los medios. Su narrativa es distinta: su equipo funciona como una maquinaria bien afinada.

Lo que Trump dice no sorprende tanto como el hecho de que una parte importante de los ciudadanos le crea. Así, en el tema sobre quién posee la verdad, una encuesta de Fox News muestra que 45 por ciento de los entrevistados le cree al presidente y 42 por ciento a los periodistas.

El abismo que hay entre los medios y el mundo de Trump es el reflejo de la polarización en la sociedad estadounidense. Sobre esa polarización gobierna y pretende reelegirse. Por ello, su apuesta es y seguirá siendo alentar la división.

¿Cómo llegó Estados Unidos a este punto?

Muchos han ofrecido una respuesta, pero me parece que la más atinada, aunque fue planteada antes del ascenso de Trump, la encontramos en Polarized America (MIT Press, 2016).

Sus autores centran la explicación de la polarización política en la creciente desigualdad económica, en una dinámica de mutua retroalimentación. La oleada de inmigrantes de las últimas décadas también pesa en la explicación, pues muchos de ellos no votan ni ejercen presión a favor de políticas redistributivas. La consecuencia: más desigualdad, más polarización.

Según este análisis, desde los años 70 y de manera creciente el nivel de ingreso de los votantes define su preferencia partidista. Esta relación se rompió, sin embargo, en la presidencia de Obama, cuando los republicanos empezaron a conseguir el apoyo de los votantes blancos más pobres. El libro deja en duda las consecuencias de esta realineación electoral. Hoy ya sabemos una: el triunfo de Trump.

¿Cómo podría terminar esta espiral de polarización?

El estudio sugiere que solo a través de una crisis sistémica que lleve a un reacomodo del electorado con los partidos, como se dio después de la Gran Depresión. Aunque es pronto para advertir una crisis así, para muchos el primer mes de Trump ya apunta en esa dirección.