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El futuro es incierto. Si vamos para adelante, ¿por qué nos movemos hacia atrás?

El contrato colectivo de Pemex con su sindicato es como una casa de los espantos que se renueva sin cesar. ¿Sabían ustedes que ese contrato le otorga al gremio que encabeza Carlos Romero Deschamps el beneficio de transportar los combustibles en las mejores rutas del país?

Esto ha sido un buen negocio. Hay 154 empresas agrupadas en la Canacar, pero fuera de ella la más grande es el STPRM, por mucho. Todos pensábamos que estaba a punto de concluir. Lo amenazaban la liberalización del mercado y los planes de desarrollo de una red nacional de ductos.

La vida nos da sorpresas. En pleno año de implementación de la reforma energética, la Dirección General de Pemex ofrece una respuesta muy extraña a la crisis que ha generado la ordeña de los ductos. Por éstos no fluirá el combustible listo para ser usado. La entrega del producto terminado a las estaciones de servicio se hará a través de transporte terrestre. La decisión es extraña, entre otras cosas, porque implica el reconocimiento del fracaso en la estrategia de protección de una parte estratégica de la infraestructura nacional, como son los ductos.

Es una medida desesperada. Más de uno podría justificarla al considerar las cifras de robo de combustible y la multiplicación de tomas clandestinas para robar. Éstas crecieron 37 por ciento, tan sólo en el 2014. Cada mes, se hurtan más de 600 mil barriles de combustibles. Eso implica una pérdida superior a los mil 400 millones de pesos mensuales.

El comunicado de Pemex no dice cuánto costará la decisión ni revela detalles de la implementación de este cambio. Un asunto clave será el nuevo papel de los centros de almacenamiento. En ellos se hará la mezcla de los componentes del combustible. ¿Son más seguros que los ductos contra los robos? ¿Quién garantiza que allí se puede hacer la mezcla sin riesgo de accidente para su personal y los vecinos?

El cambio de estrategia aumenta la dependencia respecto del transporte terrestre. Son aproximadamente 4 mil pipas las que operan en México. Sólo el tiempo nos dirá si serán suficientes para resolver el nuevo esquema de abastecimiento. Más allá de los desafíos relacionados con el diseño de rutas seguras y cobertura del territorio, está el tema de las relaciones con Pemex y las estaciones de servicio. Un ejemplo de riesgo de abasto es lo que sucedió a mediados del año pasado. Los transportistas amenazaron con una huelga porque no estaban de acuerdo con el incremento de 6 por ciento en las tarifas que ofrecía Pemex. Habrá que poner el cascabel a ese gato.

No está claro cuál es el futuro de los ductos. Tenemos razones para suponer que se trata de una medida temporal, pero no sabemos cuánto tiempo durará. Ni siquiera cuándo empezará a funcionar plenamente. El anuncio se hace apenas unas semanas después del roadshow internacional que hizo el gobierno mexicano para promover las posibilidades de inversión en la red de ductos. Si usted fuera un inversionista, ¿arriesgaría su dinero en ductos en territorio mexicano?

El anuncio no es motivo de celebración. El crimen organizado ha ganado esta partida a Pemex. La mayor empresa de México busca en la improvisación lo que no ha logrado en la normalidad. Hay un retroceso y algo parecido a claudicación. El impacto simbólico de la medida es enorme, dentro y fuera de México. No es fácil digerir esta decisión. Si vamos para adelante, ¿por qué nos movemos hacia atrás?