Elecciones 2024
Elecciones 2024

Más adelante explico el título de esta columna, pero quisiera iniciar dando el contexto, porque todo lo que hagan los políticos hoy está dirigido a tomar posiciones y ventajas #RumboAl2018; a falta de una segunda vuelta electoral que ya urge (el lunes 24 de octubre se publica en El Economista una encuesta al respecto), las encuestas juegan un papel determinante porque operan como una “eliminatoria”, así en el 2000 entre Cárdenas y Fox pelearon para competir con Labastida; en el 2006 Madrazo y Calderón para enfrentar a López Obrador, y en el 2012 Josefina y López Obrador vivieron una primera etapa de campaña para que fuera AMLO quien enfrentó finalmente a Peña Nieto. Pues bien, hoy parece que el PAN y el PRI se encontrarán en una primera etapa para ver quién de ellos será el que se enfrente a López Obrador, que aparentemente ya está en “la final”, y después de los resultados de 2016, de las caídas en la popularidad del presidente y de escándalos de corrupción, los panistas sienten que ellos ya tienen en su mano esa “semifinal” venciendo a un PRI bocabajeado. Con este pensamiento, la pelea por la candidatura del PAN no es igual que en otros partidos; ellos se sienten ya casi sentados en Los Pinos, consideran que si alcanzaron a AMLO en el 2006, pueden repetir esa hazaña en el 2018 en otras condiciones.

El caso es que un grupo de 18 militantes panistas, entre los que hay exgobernadores, publica una carta muy fuerte y hasta agresiva exigiendo a su dirigente nacional, Ricardo Anaya, que tome una decisión: “O dirige al PAN o se promueve para ser candidato presidencial”. Me perdonarán la analogía, pero me recuerda mucho al 2005, cuando el PRI mostraba magníficos números ganando elecciones en el 2003 y el 2004, y su dirigente Roberto Madrazo, que ya había intentado ser candidato en el 2000, se posicionaba como posible candidato; entonces surge un grupo de priistas que se opone con el ya famoso Tucom (Todos Unidos contra Madrazo). Madrazo terminó de candidato y el resultado fue catastrófico para ese partido, su división lo llevó a un lejano 3er lugar con su peor registro para una elección presidencial, así que hoy me pregunto si no estamos viendo nacer un Tucor (Todos Unidos contra Ricardo), si no conocen la historia y las posibles consecuencias.

En particular, creo que la carta es injusta; por supuesto, no soy ingenuo y sé que todo político aspira a ser presidente. Si no sueña con ese puesto no es buen político, pero si se obsesiona con él tampoco lo es. ¿Por qué creo que es injusta?, porque Ricardo Anaya NO ha dicho que quiere ser candidato, su trabajo —efectivamente como él afirma— ha llevado al PAN a resultados y posiciones históricas, y está basando su futuro no en la popularidad, donde sabe que difícilmente va a alcanzar a Margarita Zavala, sino en los logros; si en el 2017 logra arrebatarle al PRI los tres estados en juego, será muy difícil no considerarlo como un contendiente importante con esas credenciales (lo mismo podría decirse de Enrique Ochoa en el PRI: si gana los tres estados como dirigente, seguramente será considerado aspirante), pero si Anaya no ha manifestado su intención de competir, ¿por qué le piden que se defina? ¡Por nuestra culpa! De ahí el mea culpa que anoto en el título, porque al aparecer en las encuestas de aspirantes a la candidatura del PAN persiguiendo a Margarita Zavala, lo exponemos aún antes de que él decida hacerlo; son las encuestas las que ocasionan que un grupo, en general apoyadores de Zavala, se ponga nervioso y le pida dejar de promoverse. Esa división del panismo entre Anaya y Zavala puede favorecer la tercera opción de ese partido, Rafael Moreno Valle, que aún antes de dejar la gubernatura ya está en campaña, y no veo a nadie de los que firman esa carta que le pida definirse como “gobernador o aspirante”. Él no les preocupa todavía, pero como Moreno Valle afirmó en una entrevista: esta fiesta apenas inicia.

Lo que hoy pasa en el PAN me remite a muchos momentos. Ya platiqué la similitud con el Tucom del PRI en el 2005 y el resultado que generó; seis años después, en una situación que vivimos también dentro del PAN, Felipe Calderón exigía la renuncia de Santiago Creel de la Secretaría de Gobernación aun antes de definir las reglas de competencia, ya que desde ese puesto su exposición pública lo hacía aparecer claramente arriba en las encuestas. El resultado en este caso fue positivo para su partido: Calderón lo superó en una larga precampaña donde convenció a los militantes con derecho al voto, luego superó a Madrazo e inició la persecución de López Obrador en una campaña de 160 días con aquel resultado que aun hoy se discute por lo cerrado que resultó.

Como sea, sigo pensando que Anaya tiene razón en buscar hoy posicionar a su partido como una alternativa de oposición; tiene razón también en pensar que su futuro se basa en lograr triunfos importantes para el PAN y, por supuesto, tiene derecho a pensar que si los logra, puede aspirar a una candidatura presidencial, pero hasta entonces no veo por qué deba abandonar su puesto. Sin demeritar a los otros aspirantes que tienen sus argumentos para querer la candidatura, creo que en el caso de quienes firmaron la carta están pensando en las personas antes que en su partido y mucho menos que en el país, como deberíamos hoy pedir a todos los políticos, porque a fin de cuentas, ¿qué va a mejorar para el ciudadano si gana uno u otra esa candidatura? Eso es lo que deberían estar pensando y no en el apellido que aparecerá en la boleta.