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El paquete económico se hará con base en precios del crudo deprimidos.

En menos de un mes, el gobierno federal debe presentar al Congreso el paquete económico para el 2016 y lo tendrá que hacer en un contexto de inestabilidad financiera, depreciación cambiaria, una economía que no levanta y sobre todo con los precios del petróleo deprimidos hasta los 40 dólares por barril.

Hace un año, los planeadores de las finanzas públicas tenían sobre la mesa barriles de petróleo a 100 dólares y los efectos de la reforma fiscal dañando los bolsillos privados. Había evidencias claras de una baja en la cantidad de petróleo producido, pero ni una sola pista sobre el derrumbe que vendría en los precios del petróleo.

Ahora, hay que decir que para el momento en que se aprueba la ley de ingresos de este año, en octubre, ya había señales de un mercado a la baja en los precios del petróleo. Los árabes se encargaron de encender los focos de alerta con su guerra de precios para tronar a los productores de shale gas de Estados Unidos.

Por eso no pasó de enero antes del primer recorte en el papel al gasto público. Para el próximo año, la fórmula elegida es tan inteligente como arriesgada: partir de cero para la asignación de recursos.

Si el ejercicio es honesto y valiente será una revolución, un cambio estructural sin precedentes. Pero si se trata de simular un efecto, veremos presupuestos cortos de un lado y gastos excesivos del otro, todo dirigido con criterios políticos.

Ahora que los chinos se metieron a espesar el caldo financiero con su devaluación con fines comerciales se vuelve más importante mantener la disciplina de las finanzas públicas. Ya no es sólo una competencia por los capitales en el terreno del costo del dinero, ahora que viene un aumento en las tasas de interés de Estados Unidos, es también no perder competitividad comercial en medio de una nueva guerra de divisas.

Ante lo apretado del escenario externo, lo mejor es perfeccionar la maquinaria interna, pero con la novedad de que eso en la parte de ingresos no es posible en México, porque el gobierno federal se amarró las manos con un pacto de no agresión fiscal que se autorrecetó después del paquetazo fiscal vigente desde el año pasado.

México tiene una ventaja que pocas naciones pueden presumir: margen de ajuste a su esquema de cobro de impuestos. Se mantienen enormes avenidas de evasión y al mismo tiempo hay oportunidades de equilibrar algunas tasas que permitan dar incentivos tributarios y tener más ingresos.

Desafortunadamente en este país, los grupos de poder tienen la posibilidad de doblegar a la autoridad. Ahí están los trabajadores de Pemex, que aun con la empresa en los huesos no quieren soltar esas prebendas que han contribuido a la mala condición financiera de la empresa y del país.

Ahí está una autoridad local que no logra el apoyo de la autoridad federal para quitar a unos cuantos manifestantes de Bucareli que han afectado durante meses a millones de mexicanos.

Así, toda la confianza de no descomponer las finanzas públicas del país se recarga en el presupuesto base cero, porque de la gran oportunidad de una reforma fiscal ni hablar.