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El presidente Enrique Peña aprovechó una angustiada pregunta sobre el nivel que ha alcanzado la paridad del peso frente al dólar para aclarar que el verdadero peligro no está en la paridad cambiaria, sino en los efectos que ésta pudiera tener en la inflación.

Va a ser muy difícil cambiar la percepción de que una devaluación en estos tiempos ya no es sinónimo automático de crisis, más cuando hay muchos comunicadores que conservan esas ansiedades ochenteras.

Es un hecho que para los sectores más altos de la sociedad la depreciación cambiaria se mete directamente en sus hábitos vacacionales, pero son costumbres ajenas al grueso de la población.

Pero uno de los mayores peligros generales es la inflación. De hecho, el traspaso de la depreciación cambiaria se ha acentuado durante las últimas quincenas y los datos dados a conocer por el Inegi no dejan duda de que los dólares tan caros están pegando en la formación de precios.

Durante los primeros 15 días de este mes de septiembre, la inflación subió, en su medición general, 0.54%; no se tenía registro de un aumento tan alto desde el 2007. Y la inflación que quita los precios volátiles, porque septiembre tiene siempre el componente de las colegiaturas del nuevo ciclo escolar, ya supera 3% en términos anuales.

Ya veremos en el reporte mensual de la inflación al productor cómo el aumento de los costos durante este septiembre no dejará dudas del traspaso de la devaluación.

Es verdad entonces lo que dice el presidente: el tema no es el dólar a 20, sino los efectos inflacionarios que puede desatar. En lo que se equivoca Peña Nieto, o al menos se queda corto, es en aquello que habrá que esperar a ver qué hace el Banco de México al respecto.

La autonomía del banco central es una gran virtud en este país, pero también abre las puertas para que hasta el presidente se lave las manos ante un tema que también le compete al gobierno que encabeza.

Es un hecho que el banco central mexicano deberá tomar alguna determinación monetaria y pronta, quizá antes de su reunión de la próxima semana. Es previsible que suban las tasas de interés al menos medio punto porcentual para apuntalar el atractivo del peso mexicano como instrumento de inversión.

Pero no es lo único que habría que hacer, desde el gobierno federal la Secretaría de Hacienda tiene mucho que hacer.

Este año, el mejor momento de recuperación que tuvo el peso mexicano fue después de la acción conjunta entre Hacienda y Banxico que tomaron tres decisiones conjuntas: subir tasas, inyectar recursos al mercado cambiario y recortar el gasto.

Desde la Comisión de Cambios, Hacienda y Banxico, deberían evaluar usar las reservas como respaldo a un aumento en tasas, pero también a un nuevo anuncio reforzado de disciplina fiscal, más allá del presentado dentro del Paquete Económico del próximo año.

Hacienda, el gobierno de Peña Nieto, tienen también mucho que aportar a la estabilidad cambiaria, más allá de la respuesta monetaria que ciertamente ya debe estar considerando la Junta de Gobierno del banco central.