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Endeudarse para crecer es una estrategia que simplemente no funcionó en México. Pero no había dado resultados desde los años 70; sin embargo, la actual administración insistió y otra vez comprobó que la indisciplina presupuestal es mala idea.

No habrá una sola manifestación porque la deuda pública rebasó ya 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), nadie va a protestar en las calles porque hay un déficit en la cuenta corriente, no habrá un solo bloqueo por la ausencia de una efectiva consolidación fiscal.

Pero todas estas calamidades están hoy presentes en la economía mexicana, aunque muy pocos le hagan caso a este potente foco amarillo que puede derivar en una crisis.

La actual administración tiene margen de maniobra para nadar de muertito de aquí hasta el final del gobierno y entonces entregar las finanzas púbicas prendidas por alfileres, tal como ha sucedido en el pasado.

Hoy, a pesar de las presiones inflacionarias, del incremento en el costo del dinero, de la baja en el crecimiento económico, a pesar de Donald Trump, la economía mexicana no está en crisis. Cualquiera que haya sufrido las caídas de los 40 últimos años del siglo pasado conoce el amargo sabor de una economía en crisis.

Insisto, no hay tensión social porque las firmas calificadoras pongan a revisión la nota mexicana ante la ausencia de una corrección real de los desequilibrios financieros. Hay una presión, que de hecho, doblegó al Gobierno, porque México tardó varias décadas en abrir al mercado los precios de los combustibles.

Hoy sabemos que desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se van a “suavizar” los posibles incrementos en las gasolinas por la vía de los subsidios al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS). La válvula para no alterar el avispero político será la recaudación. Esa que hoy es indispensable para reequilibrar las finanzas.

No sería mucho el dinero perdido, responden las autoridades fiscales, lo cual en el papel es cierto por ahora. Pero como respuesta habría que poner la nueva advertencia que lanza la firma calificadora Moody’s respecto del comportamiento de las finanzas mexicanas.

La deuda aumentó más de lo esperado durante el 2016 y el débil crecimiento poco ayuda para la consolidación fiscal, dice esta firma que tiene la responsabilidad con sus clientes de recomendar en algún grado las inversiones en economías como la mexicana.

Si esta firma calificadora, o cualquier otra, reduce la nota crediticia de la deuda mexicana, no habrá marchas de Morena pero implicará un incremento en los costos financieros de un país que ya hoy tiene que pagar más por el servicio de sus deudas, ya sea que se paguen en dólares o a tasas mayores de interés en pesos mexicanos.

Los pocos pesitos que la federación deje de recaudar por ese brinco para atrás en el proceso de apertura de las gasolinas, son recursos que no contribuyen a esa obligación de recomponer las finanzas nacionales y son el tipo de detalles que califican firmas como Moody’s, que no son otra cosa que el mensajero de los cada vez más quisquillosos capitales.