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Navarro no es anti-Mexico, como sí es anti-China. De cualquier modo, es un enemigo del libre comercio en la forma en que ahora funciona.

Si México quiere lograr una renegociación exitosa del TLCAN, deberá dedicar un tiempo a ablandar, convencer o neutralizar a Peter Navarro, que acaba de ser designado jefe de la oficina de Comercio de la Casa Blanca. Este señor será una de las personas que tendrá más influencia en la definición de la posición estadounidense frente a México.

Navarro es el único doctor en Economía en el primer círculo del próximo presidente de Estados Unidos. Sus cartas académicas y sus conocimientos le dieron soporte técnico a algunas de las ideas más radicales de Trump. Demócrata admirador de Reagan y proteccionista de nuevo cuño. Él es el autor de los cálculos que llevaron a Trump a hablar de un impuesto especial de 45% para los bienes provenientes de China.

Su relación con el multimillonario comenzó en el 2011. Esta relación fue distante, epistolar y telefónica por mucho tiempo. No es sino hasta el 2016 que se volvieron cercanos, a lo largo de la campaña. A Trump lo impresionó la visión de Navarro acerca de China y el comercio internacional. Sus tres libros y un documental basado en sus ideas lo colocan en una categoría nada convencional entre los doctores en Economía: es un convencido de que el comercio internacional ha empobrecido a Estados Unidos. Asegura que el renacimiento estadounidense requiere una reducción del comercio, la erección de barreras estratégicas.

En ese diagnóstico, compartido por Donald Trump, China ocupa una posición nada envidiable: es el enemigo principal. Navarro dice: “China no es la única razón de la decadencia industrial de Estados Unidos, pero es una de las causas principales. Sus subsidios, el robo de la propiedad intelectual, la transferencia forzosa de la tecnología y la manipulación de la moneda lo convierten en el mayor tramposo del comercio mundial (…) Desde su entrada a la Organización Mundial del Comercio, en el 2001, se han cerrado 70,000 fábricas en Estados Unidos”.

Navarro y Trump coinciden en identificar el gigantesco déficit comercial de Estados Unidos como uno de los símbolos y síntomas del malestar del coloso estadounidense. En el 2015 fueron más de 750,000 millones de dólares, la mayoría de ellos frente a China.

¿Qué ha dicho Navarro de México? Los comentarios del economista hacia nuestro país denotan preocupación por la cuantiosa inversión que las corporaciones de Estados Unidos han canalizado hacia México. A diferencia de los comentarios ásperos que ha dirigido a China, cuando Navarro ha hablado de México ha puesto énfasis en los matices. La tarifa de 35% contra los bienes que se producen en México por empresas de Estados Unidos es parte de una negociación, no una postura inflexible, dijo el mes pasado.

Navarro no es anti-Mexico, como sí es anti-China. De cualquier modo, es un enemigo del libre comercio en la forma en que ahora funciona. Será impulsor de cambios radicales que llevan la impronta del proteccionismo. Su visión importa porque Trump lo respeta y escucha. No será la única voz en el tema del comercio internacional, pero será una de las más importantes. Estará a cargo del programa Buy American, Hire American. Vivió en San Diego más de 25 años, pero nunca estuvo cerca de México. Ahora que está en Washington, ¿lograremos acercarnos a él?

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