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La economía mexicana enfrenta un entorno internacional adverso que augura el 2017 aun más complicado que el 2016. La economía mexicana muy probablemente concluya el 2016 con un crecimiento cercano a 2.0%, cifra muy inferior al rango de 2.6 a 3.6% establecido en el Paquete Económico del 2016 y del consenso original de expectativas del sector privado que se ubicaba en la parte baja de este rango.

Por cuarto año consecutivo, el gobierno y los observadores de mercado se vieron en la necesidad de ajustar sus estimados a la baja de manera considerable. El crecimiento del 2016 fue principalmente impulsado por la continuación del repunte en la demanda interna y principalmente en el consumo, que inició en el 2015; sin embargo, la actividad económica volvió a ser afectada de manera negativa por el impacto de la disminución en el valor de la producción de petróleo en la actividad industrial y el recorte en el gasto de gobierno llevado a cabo durante el año.

Ambos factores son consecuencia de la dramática caída en el precio del petróleo y de la continua disminución en la plataforma de producción de crudo. Asimismo, la inversión y las exportaciones han tenido una marcada desaceleración, a pesar de la depreciación del peso frente a casi todas las monedas de los principales socios comerciales de México.

Desafortunadamente, el entorno para el 2017 es aún más retador e incierto. Si bien es difícil realizar pronósticos cuando hay tanta incertidumbre sobre los posibles cambios de política económica de nuestro principal socio comercial, en lo que todos los expertos coinciden es en que la economía mexicana enfrentará un entorno externo más adverso.

Aunque el repunte en el precio del petróleo debería contribuir positivamente a las finanzas públicas y la actividad industrial, la posible implementación de impuestos a las importaciones de manufacturas, en conjunto con la posible expropiación de un porcentaje de las remesas y el riesgo de tener que repatriar a millones de mexicanos que viven ilegalmente en Estados Unidos podrían impactar dramáticamente el escenario macroeconómico para nuestro país.

En la más reciente encuesta de expectativas económicas levantada por Banamex en diciembre, el consenso de analistas anticipa un crecimiento del PIB de 1.7% para el 2017; sin embargo, este consenso probablemente refleja un escenario donde la administración entrante en Estados Unidos implementa políticas moderadas sin un impacto grande para México.

En este escenario, la desaceleración en México se explicaría por un menor dinamismo en el consumo derivado de una mayor inflación y una disminución en la confianza del consumidor, una reducción en la inversión (tanto doméstica como extranjera) resultante de la incertidumbre de las posibles políticas que decida implementar el nuevo gobierno en Estados Unidos y la ausencia de un repunte en la producción industrial.

Independientemente de la situación externa, es claro que la inflación repuntará de un estimado de 3.5% para el cierre del 2016 a niveles por arriba de 5% en el 2017 —esto suponiendo que el aumento en las gasolinas no tenga impactos secundarios significativos y que el tipo de cambio no tiene una depreciación adicional importante—.

Asimismo, se puede descontar que las tasas de interés de referencia seguirán subiendo y que el Banco de México probablemente realice incrementos por otros 1.5% a 2.5% puntos porcentuales; sin embargo, la probabilidad de un choque externo de mayor magnitud viene creciendo conforme nos damos cuenta de que la nueva administración en Estados Unidos no ha moderado sus posturas de campaña.