Elecciones 2024
Elecciones 2024

Según el Banco Mundial, México es el único país de América Latina que crecerá en el 2016. Pasará de 2.5 de crecimiento en 2015 a una media de 3 por ciento entre 2016 y 2018.

México cerró 2015 con incrementos sensibles en el consumo, la creación de empleos y el salario real. Su inflación es la más baja en décadas, aunque la devaluación del peso la afectará irremisiblemente en los primeros meses de 2016.

Si las condiciones de la economía global no se deterioran seriamente por el errático comportamiento chino, los riesgos mayores para México son la crisis de sus ingresos petroleros y el probable aumento de las tasas de la reserva federal que hará crecer el servicio de la deuda. Ambos factores presionan sobre todo el equilibrio de las fianzas públicas, retorcidas de por sí por las realidades de un año electoral.

Las elecciones en 12 estados este año son una garantía de dispendio de recursos públicos, aunque no tanto como las elecciones presidenciales, donde se dice que aumenta hasta en 20 por ciento el efectivo circulante.

Difícil que el año electoral termine en un desastre para el PRI. Parece tener en la bolsa siete de las elecciones del año (Chihuahua, Durango, Hidalgo, Tamaulipas, Tlaxcala, Quintana Roo y Zacatecas), y es competitivo en las otras cinco (Aguascalientes, Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Veracruz). Victoria. (Sigo en esto las previsiones de Enrique Quintana, El Financiero, 22 y 23/6/15).

Las elecciones garantizan, sin embargo, un estado de excitación mercurial en la opinión pública y un carnaval de lodo para todos.

También una aceleración de lo que Jorge Castañeda llama la ingobernabilidad de las redes sociales: ese magma bullente de incredulidad, irritación, ira y paranoia que gobierna la parte más activa de nuestra opinión pública.

Los errores y los reveses del gobierno cuestan doble y los éxitos se diluyen muy rápido en un horizonte de nuevas inconformidades.

La irritación tiene un lado neurótico, pero tiene también un lado sano de contención y termómetro en el entorno de una democracia que ha diluido en gran medida sus contrapesos institucionales.

En muchos sentidos, solo queda como contrapeso la opinión pública, nacional y extranjera, aunque su calidad, sus estereotipos y sus prejuicios dejen mucho que desear.

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