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Este lunes se publicaron los datos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el tercer trimestre del año en Japón, confirmando que la economía japonesa ha entrado en recesión por tercera vez en los últimos seis años. El PIB del tercer trimestre, medido de manera desestacionalizada, presentó una contracción anualizada de 1.6 por ciento contra el segundo trimestre del año, cifra muy inferior al consenso de mercado que esperaba un crecimiento de 2.2 por ciento. Aunque la contracción del tercer trimestre fue menos severa que la observada en el trimestre inmediato anterior (-7.3 por ciento), el pobre desempeño representa un golpe importante al primer ministro Shinzo Abe y su plan de política económica conocido como Abenomics.

El componente central del plan económico de Abe ha sido una intervención sin precedentes por parte del banco central japonés, el Banco de Japón (BoJ), con el objetivo principal de estimular el crecimiento y reducir el valor real de la deuda pública a través de una mayor inflación.

La expansión masiva del balance del BoJ busca estimular la economía mediante dos canales: el primer canal de transmisión es a través de la depreciación del yen para contribuir a mejorar la competitividad del sector exportador; el segundo canal es a través de una posible mejoría en la confianza del consumidor y el gasto de las familias derivado de un efecto riqueza provocado por un alza en los precios de los activos financieros. Aunque las medidas tomadas por el BoJ han logrado evitar la deflación y elevar las expectativas futuras de inflación -principalmente por la depreciación del yen- y también ha logrado que los precios de los activos financieros suban de manera considerable, hasta ahora ha fracasado en su intento por estimular el consumo.

A los ojos de varios críticos, la nueva recesión japonesa es prueba de que las medidas tomadas por Abe han sido un fracaso y argumentan que es tiempo de revertirlas antes de que causen un problema a futuro. Sin embargo, también hay un contingente importante de economistas que opinan que las medidas tomadas por el BoJ son el único camino viable para evitar una nueva década perdida en Japón.

Para los más optimistas, a pesar del dato negativo del PIB, hay algunas señales positivas como el hecho de que el empleo de tiempo completo está creciendo a su tasa más acelerada en años (2 por ciento) y que los salarios por primera vez en años tienen una tendencia positiva. Como hemos explicado en este espacio, las medidas heterodoxas del BoJ no son garantía de que la economía japonesa saldrá de su letargo como lo hizo la economía de Estados Unidos.

En el caso estadounidense, el alza en los mercados accionarios impulsada por la política monetaria de la Fed contribuyó a una recuperación en la confianza del consumidor que a su vez ayudó a que la demanda agregada se recuperara gradualmente y que el sector corporativo comenzara a recontratar gente para satisfacer este incremento en la demanda agregada.

En el caso de Japón, el efecto riqueza podría ser mucho menor que en Estados Unidos a pesar de que el Nikkei ha tenido un alza importante. Por un lado, los patrones de consumo e inversión del sector privado en Japón son mucho más conservadores que en Estados Unidos. Asimismo, las rigideces de la economía japonesa derivadas de la falta de reformas estructurales, la complicada situación fiscal del gobierno y una pirámide demográfica invertida representan un obstáculo importante al crecimiento de la productividad.

Los siguientes meses serán clave para ver si Abe puede mantenerse en el poder y continuar con su gran experimento monetario. La tercera economía más grande del mundo podría enfrentar su segunda década perdida en 25 años.