Elecciones 2024
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En nuestro país usamos el sustantivo pena como sinónimo de vergüenza, palabra ésta que, según el diccionario de la RAE, significa: “turbación de ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante”. También no está por demás recordar que en México empleamos coloquialmente la frase “sentir pena ajena”. Tal expresión la utilizamos cuando alguien hace el ridículo de manera desmedida, lo que provoca en los que lo presenciamos perplejidad y desconcierto por la acción deshonrosa y humillante de la que somos testigos.

Por último y para comenzar, expresaré que al sustantivo pena, le basta y le sobra que la letra “n” frunza el ceño -como dice Ramón Gómez de la Serna- y la “p” se haga mayúscula, para convertirse en el apellido Peña. De esto surge el pretendido y mamón juego de palabras que encabeza esta columna, más que nada con el afán de que el aludido se percate de que todavía existimos mexicanos con buen humor social aunque él y sus cercanos colaboradores que nos guían (¿Adónde nos guían? Ni ellos lo saben) se empeñen, día con día, en que nos pongamos de malas.

Durante 15 meses un pinche gringo soberbio, xenófobo, ignorante, fascista y egocéntrico, que responde al nombre de Donald Trump, ha basado su campaña a la Presidencia de Estados Unidos, insultando y calumniando a los inmigrantes en general y a los mexicanos en particular. De los mexicanos ha dicho que somos asesinos, narcotraficantes, criminales, ladrones, violadores y enemigos de su país. Ha propuesto expulsar a 11 millones de mexicanos ilegales y construir a lo largo de la frontera con México un muro que no le costará ni medio dólar partido por la mitad a Estados Unidos porque, si la construcción no la paga nuestro gobierno, tomará el dinero de las remesas que los mexicanos que allá trabajan mandan a nuestro país.

El güerejo es pendejo porque si expulsa a todos los mexicanos que allá trabajan, ¿de cuáles remesas va a disponer para pagar la construcción del muro?

El mundo al revés

La semana pasada los pobladores de este país que, a pesar de nuestros gobernantes depredadores e imbéciles, todavía nos enfrentamos con fe y alegría a la vida, tuvimos la sensación de vivir en una especie de mundo al revés, cuando presenciamos que el enemigo de México, líneas arriba descrito, fue recibido oficialmente por nuestro gobierno con honores de jefe de Estado, cuando a lo más, según pensamos la mayoría de los mexicanos, debería de haber recibido trato de portero futbolístico visitante.

Pero todo ocurrió al revés, según sabemos a gringo pasado, tal parece que al interior del gabinete del presidente Peña Nieto, hubo quien sintió la urgencia de invitar al candidato del Partido Republicano y a la candidata del Partido Demócrata, cuanto antes a nuestro país. Ambos aspirantes fueron invitados a visitar el país. Trump, cada día más abajo en las encuestas, vio la oportunidad para un reposicionamiento a costa de su odiado vecino México y de su presidente, enseguida comunicó su disposición a venir cuanto antes. Hillary no dijo ni sí, ni no. La Cancillería mexicana debió aguardar y decirle al señor Trump que esperaban la respuesta de la señora Clinton para programar las fechas de ambas visitas. Pero a alguien del equipo presidencial se le quemaban las habas por aprontar su trasero frente al extranjero.

En El Universal del día 1º de septiembre, Enrique Peña Nieto escribió un comentario con el siguiente título: “¿Para qué me reuní con Donald Trump?”. La contestación: “El gobierno mexicano ha observado atentamente y con absoluto respeto el proceso electoral en Estados Unidos. Ambos candidatos tienen la posibilidad de ocupar la Presidencia de Estados Unidos y es mi responsabilidad, como mandatario, trabajar con quien resulte electo”. Usted lo ha escrito señor presidente “trabajar con quien resulté electo”, ¿para que adelantar vísperas?

La visita de Donald Trump a México se hubiera justificado si nuestro primer mandatario en la reunión ante 200 periodistas hubiera dicho lo siguiente: Señor Trump, deseo manifestarle categóricamente que México rechaza los insultos que usted nos ha dedicado durante sus 15 meses de campaña. Los mexicanos nos oponemos enfáticamente a la inadmisible e irracional idea de construir un muro a lo largo de nuestras fronteras y, sobre todo, a la deshonesta posición de que sea nuestro país o nuestros connacionales quienes lo paguen.

Pero las cosas salieron al revés, ese mismo día Trump viajó a Arizona donde presumió su visita a México y anunció su programa migratorio que contempla el que “México pagará por el muro. Cien por ciento. No lo saben todavía pero ellos van a pagar por él”.

No sé por qué todo lo anterior me recuerda el cuento del señor que llega a la cantina y pide un tequila grande y un limón chico. El mesero le trae un tequila chico y un limón grande. El cliente reclama y el mesero le pregunta: “Señor, ¿se fijo usted cómo se llama la cantina?”, “Sí -contesta el cliente- se llama el Mundo al Revés y eso qué”. “Usted me pide -explica el mesero- un tequila grande y un limón chico y yo le traigo un tequilita y un limonzote”, “Ah, -dice el cliente- ahora resulta que el que va a chingar a su madre soy yo”.