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Si lo vemos con un poco menos de esa pasión con la que se mueve miles de millones de dólares en los mercados, lo que dijo la presidenta de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) el viernes pasado está más en el terreno de lo obvio: si mejora la economía, tendrán que subir las tasas de interés.

Quizá nos choca que nos lo digan, pero está claro desde hace años que la reacción del banco central de Estados Unidos será subir el costo del dinero cuando la economía muestre una recuperación económica y un regreso de la inflación a los niveles de la meta establecida de 2 por ciento. Y eso es justo lo que está sucediendo.

El discurso del viernes pasado de la presidenta de la Fed, Janet Yellen, y el refrendo de lo que de hecho ya había dicho en la semana el vicepresidente, Stanley Fischer, no dejan de ser sino tenues advertencias de dos de los más moderados integrantes del Comité de Mercado Abierto del banco.

¡Claro que el mundo quisiera altas tasas de crecimiento, bajas tasas de inflación y dinero prestado en los actuales niveles de regalo! Pero no se puede todo en la vida y los equilibrios son necesarios.

Aun sin las palabras de las palomas de la Fed advirtiendo lo que viene, se pueden cruzar los datos de manera muy sencilla, sobre todo aquellos que los propios banqueros centrales de ese país han determinado como contundentes.

Si atendemos a la producción industrial o a la balanza comercial, podríamos exigir la continuidad de los esfuerzos monetarios de la Fed. Pero lo que más pesa en su análisis es la inflación y el empleo.

Los precios se mantienen con una tasa moderada de aumento de apenas 0.8%, anualizada, pero cuando se quitan los precios volátiles, como las gasolinas, ya tiene un aumento de 2.2% anual. La tendencia no es de regreso al cero, los precios de las gasolinas han subido estos días y no parece haber mucha duda de que se dirige a un paso moderado hacia la meta.

Del lado del empleo, el nivel de desocupación parece estar cerca de un nivel que para Estados Unidos puede considerarse de pleno empleo.

Y todo esto se acompaña de una tasa de interés de referencia de la Fed de 0.25 por ciento.

Podría sin duda mantenerse la tasa de interés en esos niveles hasta que la inflación general llegue a 2%, de aquí a que se puedan crear sostenidamente 300,000 empleos al mes, hasta que las solicitudes de desempleo se estabilicen entre 200,000 y 230,000 al mes.

Pero se perdería la oportunidad de cumplir con el principio marcado por la Fed de dar gradualidad a los aumentos.

El mercado le da más posibilidades de aumento en la reunión de septiembre, cuando hace unos días había una mayoría que se inclinaba por retomar el alza de las tasas en el 2017. Pero así cambian los ánimos de quien maneja el dinero.

Lo cierto es que hoy ni Janet Yellen lo tiene claro, ella también tendrá que esperar más información para tomar una decisión. Y quizá no tenga que esperar más allá de este viernes, cuando tengamos en la mano el dato de las nóminas no agrícolas de agosto. Algún dato exuberante por arriba de las 200,000 plazas podría aumentar las posibilidades de que la Fed decida subir otro cuarto de punto el costo del dinero en septiembre.

Hasta la señora Yellen tendrá que esperar al viernes - val_int_yellen_300816
Foto de El Economista

Eso lo deciden unos cuantos, pero con datos fríos y contundentes que todos conocemos y a veces no queremos ver.