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Queremos que la procuradora Arely Gómez se toque el corazón y nos reciba, me dice la señora Guadalupe Fernández, madre de José Antonio, desaparecido en Monclova en 2009, todo parece indicar que por las ametralladoras de los Zetas.

“Al ex procurador Jesús Murillo nunca le importó mi hijo, como no le importan en el fondo los 43 desaparecidos”, le dice a la reportera Blanche Petrich la señora Afrodita Mondragón, madre de Julio César, el normalista de Ayotzinapa desollado y ejecutado en la noche de Iguala. “A lo mejor si la nueva procuradora es madre, con su corazón de mujer es más sensible que el señor Murillo Karam. Yo le pido que nos dé las garantías de que hará una investigación seria, a conciencia. Quizá nos alcance a comprender, aunque quién sabe”.

Voces que piden imposibles. Y que no van a callar, porque como diría Philip Roth, sus ideas y sensaciones están atrapadas por el egoísmo del dolor. Madres, padres, hijos desolados que van a buscar el milagro a una PGR de hierro y voz monótona.

Eso le comento a Arely Gómez, que a la PGR de Jesús Murillo Karam le faltó calidez, toque humano. Y le pregunto si la nueva procuradora no debe ser, en buena medida, una extraordinaria publirrelacionista. Responde:

—Soy una mujer de leyes, y soy madre, soy hija, soy esposa, soy jefa. Sé que estos temas afectan profundamente a la sociedad y nos duelen a todos. Trabajaré apegada a la ley, pero respetando siempre el dolor de las personas que enfrentan grandes penas.

La escucho y no sé si se trata de una respuesta burocrática con un barniz de sensibilidad, o la primera crítica a un estilo helado de procurar justicia.

—El procurador Murillo fue muy frío en su comunicación y formas —insisto.

—Los funcionarios públicos tenemos distintas personalidades. En este momento me toca estar al frente de la Procuraduría General de la República y yo pondré mi sello en la conducción de la institución.

Creo que tendría que ser un sello de una excepcional gentileza en temas como los de las señoras Guadalupe y Afrodita. La PGR podrá documentar eficacia, que de cualquier manera no le van a creer, no importa lo sólido de la exposición. Para muestra, los informes y la verdad histórica de Murillo Karam. La batalla de la credibilidad está perdida con las víctimas. Y lo estará por generaciones.

Quizá la PGR requiera hoy de una persona que sepa escuchar y transmitir un poco de consuelo y lealtad. Quizá además de una gran fiscal, la PGR necesite una tía buena y tierna. 

MENOS DE 140. Están amarrados los votos para elegir a Eduardo Medina Mora, pero la oposición no se dará por vencida. Buena sesión en puerta. 

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