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Si usted llega hoy a las puertas del Bundesbank con sus ahorros en la mano y les dice que quiere invertir en bonos del Tesoro alemán a 10 años, porque los considera un instrumento muy seguro, le dirán que con mucho gusto, siempre y cuando usted pague por ahorrar.

Le explicarán que la política monetaria hiperlaxa que mantiene el Banco Central Europeo (BCE) -de tener tasas en cero, cobrar a los bancos comerciales por sus depósitos y de comprar bonos que, incluso, no tienen las mejores calificaciones- no permite apapachar a los ahorradores.

Le dirán que el ambiente tenso que dejó el Brexit en la zona europea, más todos los temores acumulados en el planeta, hacen que se formen los que están dispuestos a pagar en lugar de obtener un rédito por sus recursos, con tal de dormir tranquilos.

Puede ser entonces que alguien que escuche la conversación le diga que lo de hoy es el riesgo, que estamos en un momento de renovada confianza en instrumentos que apenas hace unos meses eran rechazados por riesgosos.

Y es verdad, hay un reinstaurado gusto por el riesgo, que es el nombre de pila de los mercados emergentes.

El índice MSCI de mercados emergentes está hoy 30% arriba de los niveles mostrados a principios de febrero. Desde entonces, emprendieron estos mercados una recuperación que se vio temporalmente interrumpida por el nacionalismo mayoritario de los británicos, que optaron por salirse de la Unión Europea.

Ese impacto brutal en los mercados en las horas posteriores al Brexit fue sólo un recordatorio de lo que sucede siempre en este tipo de mercados de rendimientos atractivos pero riesgos de estampida altos.

Hoy los mercados emergentes viven una nueva burbuja, otra vez las bolsas de valores reciben recursos externos en niveles suficientes para impulsarlos a máximos históricos. Muchas monedas están en escaleras revaluatorias que poco tienen que ver con sus realidades internas, el real brasileño puede ser un gran ejemplo.

Cuando el hambre de rendimientos aumenta, se hacen de la vista gorda muchos factores de riesgo. Por ejemplo, el propio Brexit que no ha arrojado todavía sus primeras desgracias económicas reales y muchos lo consideran como una historia del pasado.

A China le empiezan a perdonar su lento paso económico y algunos indicadores francamente malos que se han publicado son ahora obviados como parte de una desaceleración ya descontada.

A quien no le perdonarán el más mínimo gesto es a la Reserva Federal de Estados Unidos. El consenso de los buenos deseos habla de un primer aumento de las tasas de interés hasta el próximo año.

Pero no está cerrada la posibilidad de que en la reunión del próximo mes los banqueros centrales estadounidenses le den una apretadita a su política monetaria.

No hay que olvidar algo elemental de la estrategia que va a seguir Janet Yellen y el resto de los que allá deciden sobre el dólar: sus medidas serán preventivas, no reactivas y menos correctivas, ante presiones inflacionarias.

Así que la fiesta emergente, la nueva pachanga de estos mercados, puede durar poco tiempo si algo se mueve fuera de los buenos deseos del mercado.

Pero eso lo saben y están dispuestos a devastar economías completas con salidas masivas, si eso es necesario en esta cacería de mejores rendimientos.

La burbuja en los mercados emergentes - val_int_burbuja_110816
Foto de El Economista