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La constructora ha perdido más de 90% del valor de capitalización, respecto de su máximo del 2013. En la Bolsa, sus papeles valen menos de $2,400 millones.

¿Quién salvará a ICA en el 2016? El gobierno no lo hará. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ha estado en contacto con el nuevo presidente de la firma, Luis Zárate Rocha, y conoce a fondo la situación de la constructora más emblemática de México. No habrá rescate, ha sido el mensaje del secretario al empresario. Esto es lógico: la palabra rescate es tabú. No se hizo el sexenio pasado con Mexicana y no se hará ahora con ninguna empresa. El secretario Videgaray conoce bien a Luis Zárate y lo aprecia. Lo más que puede hacer es girar instrucciones para que se agilicen los pagos pendientes del gobierno a la constructora. Al parecer el dinero ha empezado a fluir, pero esto no bastará.

ICA reporta a la Bolsa una deuda de 69,913 millones de pesos, de los cuales, alrededor de 55% está en dólares. Los movimientos recientes en el tipo de cambio han agravado una situación que ya era muy delicada. En el 2015, la empresa perdió 20,400 millones de pesos y tuvo una reducción drástica de sus ventas totales. Está en suspensión de pagos desde finales del año pasado. Ha dejado de pagar bonos por 1,350 millones de dólares.

El equipo que encabeza Luis Zárate se ha enfocado en desarrollar un plan de reestructura que salve a ICA de la quiebra. Muy cerca de él, en las negociaciones ha estado Guadalupe Phillips Margain, una ejecutiva que dejó en pausa su posición de vicepresidenta en Televisa para apoyar a ICA. Reestructura quiere decir achicamiento: venta de activos y recorte de personal. La desincorporación le permitirá generar recursos para pagar una parte de las deudas. La reducción de la plantilla laboral aligerará la presión para generar flujos. Será adicional a la implementada en el 2015, cuando pasó de 31,302 empleados a 22,116.

¿Cómo será ICA después de la reestructura? La actividad principal de la empresa es la menos rentable: la construcción “pura”. Ésta genera tres cuartas partes de los ingresos de la empresa, pero tiene poco futuro. Es intensiva en capital y en relaciones políticas, lo que la hace muy riesgosa. El modelo de negocio de las grandes constructoras ahora implica capacidad de financiamiento de los proyectos. Esto “empata” muy bien con el servicio a gobiernos que enfrentan restricciones presupuestales. Este financiamiento se genera a través de capital propio o de acceso a los mercados. Esto es exactamente lo que no tiene ICA ahora.

La constructora ha perdido más de 90% del valor de capitalización, respecto de su máximo del 2013. En la Bolsa, los papeles de esta gran empresa valen menos de 2,400 millones de pesos. La paradoja es que posee activos que valen mucho más: una participación accionaria de 17% en el Grupo Aeroportuario OMA, que tiene como joya la terminal de Monterrey; una sociedad a 50% con la constructora estadounidense FLUOR, y un puñado de concesiones carreteras.

¿Hay algún empresario que se apunte para rescatar a ICA? Bernardo Quintana, el patriarca de la empresa, tiene varios amigos con poder económico suficiente. En el 2003, Carlos Slim participó en un salvamento de la empresa, a través de una fuerte capitalización que no implicó toma de control accionario. El escenario, 13 años después, parece muy diferente. ICA deberá vender más de un riñón para sobrevivir. Tendrá que vender barato. La marca ICA significa mucho, pero su modelo de negocio vale poco. Envejeció.

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