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Ayer fue un día difícil para los que vivimos en la muy noble y leal ciudad de México. En realidad los problemas comenzaron en los últimos minutos de antes de ayer, para ser precisos a las 23:40 horas del martes; es decir, 20 minutos antes de que comenzara el miércoles. A esa hora se registró un temblor que echó a andar la alerta sísmica. Hasta el momento de redactar lo que usted lee (18:00 horas) no he tenido contacto con ninguna persona que haya percibido el sismo de marras, a pesar de que el sismógrafo marcó 4.8 grados Richter y que se activaron los protocolos de seguridad. Al día siguiente, a las 12:55 horas, volvió a sonar la alerta sísmica. En el lugar donde me encontraba había una cantidad considerable de gente; nadie sintió ningún movimiento. Inclusive llegamos a creer, conforme seguíamos la ruta de evacuación, que era un simulacro sugerido por el movimiento telúrico de la noche anterior.

Sin embargo, al parecer, y según los reportes de los medios y la información que me dio en exclusiva Jorge Daniel Camarena, se sintieron sacudidas leves en algunos puntos de la ciudad. El temblor registró 5.5 grados Ritcher y su epicentro fue en Zihuatanejo, Guerrero.

El movimiento telúrico provocó un trastoque en algunos aspectos de la vida citadina. Por ejemplo, el de por sí difícil y lento tránsito de automóviles y vehículos de transportación se volvió aún más caótico, al grado que provocó que tardara yo una hora con 50 minutos en un trayecto en el que por lo general, inclusive en las horas pico, hago de 20 a 30 minutos. Para mí fue algo terrible porque había salido a un asunto con la creencia de que no iba a tardarme demasiado en resolverlo y que durante el camino, en la comodidad de mi auto, se me iba a ocurrir el tema sobre el cual escribir esta columna.

El movimiento sísmico retrasó todas las actividades citadinas y provocó una batalla vehicular a base de claxonazos, encerrones, mentadas y lenta circulación y así, es obvio, no se le ocurre a uno nada de que escribir.

Escuchaba yo en la radio el programa de Eduardo Ruiz Healy, quien comentó haber leído en Facebook un mensaje de Fausto Alzati que leyó para la audiencia: “Estimados amigos: Acabo de perder mi casa. No tengo empleo. Estoy dispuesto a trabajar de cualquier cosa por un sueldo que me alcance para rentar un techo y comer. Juro que no es broma”.

A continuación, Ruiz Healy y la doctora Tere Vale recordaron el episodio vivido por el actual desempleado cuando fue secretario de Educación Pública, durante 52 días, en el gabinete de Ernesto Zedillo. Fue destituido de su cargo por haber firmado documentos en los que se ostentaba con el título de doctor de la Universidad de Harvard cuando su grado todavía se encontraba en trámite.

Por medio de una llamada telefónica, el titular del programa radiofónico charló con el ahora sí doctor en Economía, porque ya concluyó los trámites correspondientes en la famosa universidad. Al parecer el señor Alzati fue víctima de abogados tramposos que lo dejaron en la calle. Dijo que a pesar de los trabajos de mucha importancia que ha tenido en el sector gubernamental, no posee ninguna clase de ahorros ni patrimonio alguno. Lo cual —creo— nos habla de un hombre honrado, pero también de una persona desordenada y manirrota, ya que el gobierno mexicano paga muy bien a sus funcionarios, los cuales pueden hacer ahorros para vivir la época de vacas flacas sin lujos pero con dignidad. ¿Qué no tiene pensión del ISSSTE? ¡Vaya doctor en economía que no puede mantener sana la propia!

Ahora recuerdo que el doctor Fausto Alzati, al comenzar el actual gobierno federal, fue nombrado director general de Televisión Educativa de la SEP. Fue removido de su cargo luego de provocar un incidente durante la inauguración de una muestra pictórica de Aurora Reyes (1908-1985), la primer mujer muralista mexicana. Ernesto Godoy, nieto de la artista, leyó un poema de ella, titulado “Hombre de México”, dedicado a Lázaro Cárdenas.

En la parte donde la pieza poética dice: “¡Desolada bandera! Otra vez, patria suave/ ya vienen otra vez los mercaderes”, el señor Alzati, fuera de sus cabales, al parecer en estado de ebriedad, gritó: “¡Basta, no escucho más!” Y arengó: “¡Arriba Peña Nieto! ¡Arriba Peña Nieto, ¿sí o no? El que esté de acuerdo conmigo que diga: ¡Arriba Peña Nieto”.

Luego se dirigió al declamador y le dijo: “Su poema es una mierda, es una falta al gobierno”. Alguien trata de explicarle que el poema lo escribió Aurora Reyes, la pintora autora de la muestra, a lo que el doctor Alzati respondió con delicadeza: “¡Aurora, mis huevos. Me traicionaste”, le dijo a Lilia Cárdenas, promotora cultural del Salón de la Plástica Mexicana, y ordenó: “Mañana me quitan esa mierda”.

Al otro día, Alzati se disculpó diciendo que no estaba borracho sino agripado. Ahora busca chamba. Desde aquí le digo que si ya dejó de tomar yo lo voy a recomendar para un trabajo. Sólo hay que cumplir con dos requisitos: tener buena presentación y bicicleta.