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Los cuestionamientos son de interés público que 
le corresponde responder a la autoridad tributaria.

Hervé Falciani no es un idealista. No hay nobles propósitos detrás de sus filtraciones de datos de clientes de HSBC en Suiza. Sus intenciones eran ganar dinero con la información que robó y obtener inmunidad de parte de un gobierno que podría obtener fuertes ingresos con el cobro de impuestos no cobrados.

Sus intenciones cuentan menos que los resultados de sus acciones. Falciani ha abierto un boquete enorme en la bóveda de la secrecía bancaria suiza. Un agujero más grande que el hecho por Estados Unidos a través de la presión diplomática.

El daño a la secrecía suiza es enorme, a pesar de que la filtración de la información se refiere a un solo banco, dentro de un sistema bancario que tiene 327 instituciones bancarias. Es gigantesco, sin importar que se refiere a alrededor de 100 mil millones de dólares, una cantidad enorme, pero una proporción pequeña de los casi 2.8 billones de dólares que custodia la banca suiza.

Este “hecho” convertirá a Hervé Falciani en uno de los personajes del 2015. Vivimos en una época que glorifica la rebeldía contra el establishment y que disfruta de ver caer a los grandes, aunque la caída no implique knock out. Falciani es un experto en ingeniería de datos, tal y como lo son Julian Assange o Edward Snowden. No han trabajado juntos, pero integran una trilogía que ha dado otra cara a la segunda década del siglo XXI. Por ellos, sabemos cosas que se supone que no deberíamos saber. Por ejemplo, que Carlos Hank Rhon, Jaime Camil o Luis Téllez tienen o tuvieron cuentas en Suiza, a través de HSBC, el segundo banco más grande del mundo.

¿Por qué importan los Swiss Leaks? En primer lugar porque constituyen un banquete de morbo. Encontrar una lista de ricos y famosos siempre genera interés. Éste se vuelve curiosidad casi insana, si añaden ustedes algo de pimienta a esa lista: la posibilidad de que los ricos y famosos se encuentren en falta o en delito.

Los Swiss Leaks se presentan como la mayor filtración de información financiera de la historia. Quizá sea cierto, pero hay que aclarar que la sola lista no entrega las pruebas necesarias para acusar a alguien. Ni siquiera cuando estas listas van acompañadas de la explicación de un insider como Hervé Falciani. Sus testimonios sirven para describir cómo HSBC diseñó una estrategia de atención a clientes que buscaban evadir impuestos en Suiza. No todos esos clientes son culpables.

Las versiones de quienes conocen a Falciani sirven para entenderlo mejor. Queda claro que no está hecho de la misma arcilla que Assange o Snowden. Es imposible construir con él una estatua de héroe. Es un mercenario que tiende a la mitomanía.

Lo anterior no quiere decir que la información que entrega Falciani sea inútil o prescindible. Simplemente que no se puede tomar al pie de la letra. Se necesita un contexto. Los datos difundidos en el 2015 se refieren a hechos ocurridos antes del 2007. ¿Qué pasó en esos ocho años? Ésa es apenas una de las cuestiones.

Para el caso de México, hay muchas preguntas. Muchas de ellas son cuestiones de interés público que le corresponde responder a la autoridad tributaria. Son 1,893 cuentas correspondientes a 2,642 clientes. En total son alrededor de 2,200 millones de dólares. Si pagaron impuestos, merecen un deslinde. Si no lo hicieron, ¿dónde está la explicación? Es información que se ha hecho pública. Sería absurdo decir que no hay comentarios para respetar el secreto fiscal.