Elecciones 2024
Elecciones 2024

Quiero dejar claras dos cosas: la primera es manifestar mi tristeza por el triunfo de Trump, creo que alguien que durante 70 años ha mostrado y hasta con orgullo su machismo, su racismo, su desprecio a los derechos humanos y ha torcido las leyes a su favor no tiene muchos incentivos para cambiar cuando se le otorga un poder como el que le dieron millones de fanáticos; espero equivocarme. La otra es que al igual que todos los que me leen y que muchísimos en el mundo, me siento engañado con las previsiones que escuchábamos para los comicios en EU; creí los pronósticos y me equivoqué, por eso he estado leyendo los análisis que han hecho dos gremios involucrados: encuestadores y pronosticadores, el segundo de ellos no existe aún en México.

Voy a dar el contexto: los medios de comunicación, en México y en el mundo, cubrieron las elecciones con dos fuentes:

a) Las encuestas, donde presentaban a veces encuestas individuales pero siempre mostraban “el promedio” de encuestas nacionales; mostrando cómo subía o bajaba la ventaja de Hillary Clinton durante toda la campaña, nunca estuvo abajo; sin embargo, las notas finales destacaban que su ventaja se había reducido a dos puntos, sí, sólo a dos puntos y trataban de explicar las razones. Algunos, más a detalle, incluían análisis de los estados que permanecían competidos y que decidirían la elección; la lista de estados competidos, según las encuestas, llegaba hasta 10 o incluso más.

b) Los pronósticos, que realizan otras compañías que no son encuestadoras, calculaban las probabilidades de triunfo de cada candidato; nos decían, por ejemplo, que Hillary tenía a veces hasta 92% de probabilidades, y la más famosa de esas casas pronosticadoras, FiveThirtyEight, nos indicó al inicio de la jornada que Hillary terminó con casi 75% de probabilidades de ganar y otras como la del NYT nos decían que la probabilidad era de ¡93!

Teniendo estas dos fuentes, la mayoría de los análisis se basaron en los pronósticos, ¿por qué?. Me incluyo, también era el primer dato que veía sobre la evolución diaria de las encuestas, revisaba a las empresas pronosticadoras. La razón es la siguiente: estas compañías traían un récord envidiable; en el 2008, “le atinaron” al ganador en TODOS los estados; luego, en el 2012 repitieron la hazaña y “le atinaron” a TODOS los ganadores en EU; no había duda de que sus modelos de predicción que explicaban en sus páginas eran perfectos (además, evidentemente de que mis deseos me hacían creerle). No tenía duda, EU tenía buenos encuestadores y perfectos pronosticadores, aunque mi certeza del triunfo demócrata se basaba más en los pronósticos.

Pues resulta que no, el voto popular correspondió relativamente bien con el promedio de encuestas nacionales y cuatro de los estados competidos (Florida, Pennsylvania, Michigan y Wisconsin) los ganó Trump con ventajas de uno a dos puntos; pero eso cambió todo, esos estados fueron suficientes para darle la presidencia a Trump.

No todas las encuestas fueron buenas; por ello, espero leer los errores metodológicos para aprender de ellos, que si un voto vergonzoso, que si tasas de participación diferenciada, que si los métodos distintos, etcétera, porque nunca en la historia se levantaron tantas encuestas, con tanta frecuencia y con tantos métodos distintos.

Pero, sobre todo, espero el análisis de los que considero más culpables de mi expectativa incumplida: los pronosticadores, que utilizan modelos donde incluyen no sólo encuestas sino variables como voto registrado, voto adelantado, economía, aprobación de gobierno u otras, para generar a su ganador, que en esta ocasión falló o al menos mandó señales distintas.

Revisando, pasada la elección, ambas fuentes de información con las que contábamos, las encuestas y los pronósticos, es inevitable la pregunta, ¿por qué estaba tan distorsionada la distancia entre lo competido de las encuestas y las probabilidades de triunfo? ¿por qué si se había cerrado la contienda nacional a sólo dos puntos las probabilidades las mantuvieron tan altas? A la mejor para la otra, solamente deben agregarle la variable de enojo de algunos grupos sociales.

¿Qué nos deja? A los encuestadores en México, al menos a los que conozco, nos servirá para aprender de los errores de algunos encuestadores estadounidenses, pero a los medios y a los analistas de nuevo recordar que pronosticar es un error; este año fue una gran lección que debemos considerar, fallaron los pronosticadores que parecían infalibles.