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El fortalecimiento de los últimos meses en las cifras económicas, pero sobre todo en las de empleo, ha continuado alimentando la percepción de algunos observadores de que la Fed se está tardando en comenzar a subir las tasas de interés.

Para estos observadores, la Fed está cometiendo un error de política monetaria de proporciones históricas, alimentando una nueva burbuja financiera que podría tener repercusiones desestabilizadoras al reventar.

Adicionalmente, estos observadores argumentan que el entorno actual de tasas de interés traerá un incremento importante en los niveles inflacionarios, erosionando el poder adquisitivo de la población. Para este grupo de observadores críticos, la Fed está evidentemente detrás de la curva.

Claramente, la Fed y sus diferentes miembros del Comité de Mercado Abierto (FOMC, por su sigla en inglés) ven las cosa de otra manera, pero no necesariamente están incomodos con la descripción de que están “atrás de la curva”. En varios de sus comunicados y en diferentes entrevistas, los miembros del FOMC han expresado que el ritmo de recuperación de la economía
y del empleo ha mejorado, pero que esperarán hasta que la situación se normalice aun más antes de tomar acciones de manera proactiva en cuanto al nivel de tasas de interés.

Esto pareciera indicar que la Fed no prevé moverse hasta que tenga evidencia más robusta, la cual normalmente se obtiene de datos que se publican con algo de rezago. La principal razón detrás de la aparente comodidad de la Fed para mantener las tasas de interés en niveles extraordinariamente bajos es que la inflación se encuentra también en niveles extraordinariamente bajos. Para la Fed, existe aún suficiente holgura en los principales mercados de la economía como para tener que preocuparse de manera frontal por presiones inflacionarias.

Aunque la Fed parece cómoda con su postura monetaria ante el balance de riesgos actual entre empleo e inflación, hay algunos miembros del FOMC que no están tan cómodos con el balance de riesgos entre la posible gestación de una burbuja en los mercados financieros y una recaída en la actividad económica. No obstante, un escenario en el que la Fed pudiese subir las tasas antes de lo esperado no necesariamente debe ser una mala noticia para los mercados, siempre y cuando esto sea consecuencia directa de una mejor salud de la economía y no de un choque inflacionario o un choque externo inesperado.

A pesar de esta situación y del hecho de que la Fed parece estar consciente de las distorsiones financieras que puede provocar una política monetaria altamente acomodaticia en los mercados, su comunicación a los mercados ha sido bastante dovish, como si tuvieran miedo de provocar un ajuste en los mercados como el de principios de este año o como el de mediados del 2013.

Los argumentos de la Fed para mantener su postura monetaria actual son sólidos: la inflación salarial es prácticamente nula, la recuperación en el empleo sigue siendo pobre para una economía que ha entrado en su cuarto año de recuperación y la política fiscal mantiene un sesgo restrictivo. Aunque la ruta tomada por la Fed hace casi seis años ha sido altamente cuestionada, la realidad es que sin su intervención sin precedentes, la economía global probablemente seguiría en una depresión económica de proporciones históricas.

Aunque sus críticos apuntan a una cierta miopía de la Fed, el mercado parece sentirse tranquilo con que el banco central, una vez más, tomará la decisión correcta de cuándo y cómo comenzar a normalizar las tasas de interés. Lo que es un hecho es que esto difícilmente se dará sin sobresaltos.