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El movimiento es global, en un contexto donde el Brexit y la decisión de la Fed preocupan a los mercados.

¿Qué hace que un inversionista acepte pagar por que guarden su dinero? Simplemente, el miedo.

Los bonos alemanes con rendimiento a 10 años (bund) tienen hoy un rendimiento negativo simplemente porque hay fila de capitales en las puertas del líder de la Unión Europea para atrincherar los recursos en estos tiempos de altísima turbulencia.

Los más nerviosos no quisieran estar, por ejemplo, en el Ibex 35 de la Bolsa de valores de Madrid el día que una desinformada mayoría británica optara por salirse del bloque de países europeos.

No hay duda, es el Brexit el que tiene a los mercados en esta turbulenta zona de movimientos bruscos. Sin embargo, estas últimas horas han sido de gran tensión porque a la par de la amenaza británica hay la incertidumbre sobre la política monetaria de los Estados Unidos.

Dentro del Reino Unido la amenaza de salida de la Unión Europea se ha tomado como un asunto de política local, como una forma de apabullar a los oponentes y ganar fama en el río revuelto.

No todos los británicos entienden la dimensión de la decisión que están por tomar y eso lo saben muy bien los opositores que han logrado elevar el porcentaje de los que estarían a favor de abandonar la unidad continental.

En todo el mundo queda claro que los ciudadanos vapuleados por una mala condición económica son presa fácil de las voces extremistas que prometen lo que saben que no pueden cumplir. Pero no les importa. Lo que quieren es conseguir el poder como sea.

Este fenómeno de los bunds negativos tan ampliamente demandados en los mercados tiene que ver también con otra realidad europea: el hecho de que el banco central de la zona euro ha procurado una política tan laxa que ha propiciado estos rendimientos negativos, ya no sólo para los bancos que depositan en el Banco Central Europeo, sino para los inversionistas en los mercados de dinero.

Hay varias calamidades en el hecho de que los capitales acepten rendimientos negativos, porque además de las minusvalías están los servicios que deban servir para que se mantengan con tasas positivas. Por ejemplo, los bancos europeos que pagan por que guarden sus recursos al tiempo que pagan, así sea muy poco a los ahorradores, a la par de que la colocación crediticia está influida negativamente por este ambiente de pesimismo cortesía de los británicos.

Si los mercados maduros sufren los estragos de este nerviosismo, lo que hay que ver en los mercados emergentes.

Desde los mercados periféricos europeos, hasta Rusia, Sudáfrica o Latinoamérica, no hay destino que se salve de este temor renovado que hace salir despavoridos a todos a los lugares que consideren más seguros.

En nuestro propio terreno los más temerosos habrán de tomar también posiciones más conservadoras. Algunos valorarán si merece la pena mantenerse en sus posiciones en espera de que pase el temporal y otros saldrán de compras de oportunidad en espera de tomar las decisiones correctas o bien asumir sus pérdidas.

El movimiento es global, a niveles tan importantes que hoy no son pocos los que pagan por invertir.