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Ayer, más por lograr sus últimos cinco minutos de fama mediática que por cumplir con una normatividad, Virgilio Andrade Martínez, renunció a la titularidad de la Secretaría de la Función Pública, luego de desempeñar este cargo durante un año, cinco meses y 15 días. Sostengo la idea de que la renuncia del señor Andrade, ante los medios de comunicación, no era necesaria porque estaba implícito desde su nombramiento que al momento de la promulgación, por el presidente de la República, del paquete de leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, entre las que se encuentra la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República para crear la Fiscalía Especializada de Combate a la Corrupción, su labor en la Función Pública cesaría. Sin embargo, quiso despedirse y dejarnos en la memoria colectiva su efigie de emperador romano de banqueta. Su inconfundible look por el cual fue llamado el Señor de los Caireles.

Andrade Martínez asumió el puesto de secretario de la Función Pública, a invitación del primer mandatario y en medio de una turbulencia política producida por el probable conflicto de intereses que representaban la compra de una mansión en la Lomas de Chapultepec (Casa Blanca) por Angélica Rivera de Peña al Grupo Higa, empresa contratista del gobierno federal; la también adquisición al mismo grupo, a un precio preferencial, de una casa en Malinalco, Estado de México, por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Así como la residencia que en el Club de Golf de Ixtapan de la Sal, Estado de México, le compró Enrique Peña Nieto a la Constructora y Urbanizadora Ixtapa, compañía que también es proveedora de servicios para el gobierno.

Así las cosas, llegó don Virgilio a la casi desmantelada -carecía de secretario o encargado del despacho desde que empezó el sexenio- Secretaría de la Función Pública. Primero tuvo que levantar la casa (léase contratar burócratas de alto, mediano y bajo nivel -toda secretaría que se respete tiene que tener subsecretarios, oficial mayor, jefes de departamento, burócratas de medio pelo y uno que otro godínez que vaya por los chescos, suministre el taco de las 11 y cobre la tanda interdepartamental-). Después vino el trabajo exhaustivo, donde se involucró a todo el personal de la dependencia que, después de una profunda investigación que duró 6 meses y 18 días, permitió que Andrade Martínez anunciara, urbi et orbi, algo que los suspicaces mexicanos sospechábamos desde su nombramiento: La no existencia de conflicto de interés en ninguno de los tres casos. “La relaciones personales no están prohibidas (…)el conflicto de interés no se materializa con la amistad”. No existió conflicto de interés, expresó, “porque no se demostró una materialización de beneficios”. Ahí se acabó el caso. Me gustaría saber qué hicieron él y sus empleados los 10 meses y 28 días transcurridos desde su declaración hasta su renuncia.

Por cierto, ayer, antes de firmar la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción, el presidente Peña Nieto, en su discurso pidió perdón por el asunto de la Casa Blanca: “Reconozco que cometí un error, no obstante que actúe conforme a la ley. Este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos, lo entiendo perfectamente”. (Sin comentarios).

Pokémon FA

Será el Senado de la República quien elija al fiscal Anticorrupción por una votación calificada de las dos terceras partes. ¿Cómo encontrarán los legisladores al fiscal Anticorrupción, al hombre o a la mujer cuya honradez esté a toda prueba; un ser humano excepcional, justo, equitativo y apartidista?

Mientras los senadores hacen lobby a favor de algunos personajes notables de la vida pública mexicana o reciben línea de las altas esferas, a mí se me ocurre un método similar al juego que está de moda y que está embruteciendo a los habitantes de Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, algunos países europeos y que dentro de pronto estará disponible en Japón y los países latinoamericanos. El juego se llama Pokémon Go. Para la finalidad de buscar un fiscal Anticorrupción yo lo llamaré Pokémon FA.

Para jugarlo se necesita un teléfono inteligente, artefacto que para un senador es fácil de conseguir, lo que no siempre resulta fácil es manejarlo porque en ocasiones la inteligencia del usuario no está a la altura de la del aparato. Se compra la aplicación del juego y se utiliza el GPS y los datos de Google Maps. Los congresistas tendrán un tiempo determinado -digamos tres días- para atrapar el mayor número de pokémones, que son 722; cada uno tiene un nombre propio y representará a un candidato a la Fiscalía Anticorrupción (FA). El pokémon que sea atrapado por las dos terceras partes de la Cámara o más es el elegido. El pokémon más popular y emblemático es Pikachu; habrá que tener mucho cuidado para que los miembros del Partido Revolucionario Institucional, tan afectos a las trampas, no le cambien de nombre por el de PRIkachú. Se juega caminando por el mundo real, recorriendo calles, campos y caminos de las entidades a las que representan en el Senado. Cuando se localiza un pokémon se le atrapa con una pelota.

La pelota y los personajes son virtuales, lo cual en el mundo de simulación mágica que es la política mexicana no se va a notar.