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El slow travel nos ayuda a fijar los recuerdos y a encontrar el ritmo ideal para hacer cada cosa, para detener la adoración de la rapidez.

“Estoy a favor de la siesta, en contra de viajar para hacerse una selfie en cada monumento y creo, definitivamente, que la lentitud es mejor que el acelere”, dijo el escritor escocés Carl Honoré en Guadalajara.

El autor del Elogio de la lentitud presentó en el Tianguis Turístico una conferencia sobre el slow travel ante un público en el predominaban los estudiantes. Qué lastima que casi no había autoridades del sector, ni directores de empresas, porque su charla estaba llena de reflexiones provocativas: “México puede aprovechar el estereotipo de lentitud a su favor. Aclaro que decir que algo es lento no implica un juicio negativo. Todo lo contrario: cuando haces turismo a la velocidad del correcaminos, te pierdes todos los detalles que hacen de cada lugar algo único”.

La lentitud ayuda a fijar los recuerdos. Lo contrario de la velocidad frenética. En ella se amontonan las experiencias vividas, se confunden. El slow travel es un movimiento que surge como una revuelta contra el acelere. Está emparentado con el slow dios y con una docena de actividades donde la lentitud aparece como una ventaja obvia, slow sex, por ejemplo.

No se trata de hacer cada cosa a paso de caracol, sino de encontrar el ritmo ideal para hacer cada cosa, escribió Carl Honoré en el Elogio de la lentitud. La conexión de Internet debe ser rápida, lo mismo que el tiempo de respuesta de un cajero automático, pero hemos entrado en una adoración de la rapidez. Entre otras cosas porque esta permite acumular más cosas en menos tiempo. La rapidez fue muy útil porque facilitó cambios sociales necesarios, pero ha entrado en una fase de rendimientos decrecientes, explica Honoré: “Lo vemos en las relaciones personales y en la relación con el medio ambiente”.

Se sorprenderían de saber que hay una modalidad de fast funeral. Honoré mostró en la Exposición Guadalajara una foto de un ataúd. La explicó: “Está en una banda, como la de las maletas en los aeropuertos. La gente le dice adiós y llora al ritmo de la banda. ¿Eso tiene sentido?”, preguntaba entre las risas y el asombro del público tapatío.

El slow travel está creciendo rápido, aunque no siempre venga etiquetado como tal. El éxito de Airbnb tiene mucho que ver con eso, argumenta Honoré. A la eficiencia fría del hotel opone la posibilidad de estar en un barrio y vivir la ciudad como lo hace un vecino. “Estar aislado no es una forma ideal de viajar”, dice, “no es una causalidad que algunos hoteles estén implementando una hora slow, donde los huéspedes tienen la posibilidad de interactuar, de conocerse”.

Si ustedes buscan slow travel en Google, se encontrarán con 11.6 millones de referencias. Hay ofertas de en México, Oaxaca, Jalapa y muchas ciudades del mundo. El turismo lento crece rápido.

Tiene más que ver con paladear que con devorar. Es encontrar el momento para desconectarse y relajarse. Requiere tiempo y actitud, ganas de echarse una siesta. Ése es el mensaje de Carl Honoré. Paradójicamente, su charla fue veloz. Duró 14 minutos. Se produjo en un tianguis donde nada es slow. En la Expo Guadalajara, cada estado de la República nos invita a conocerlo a través de un magnífico estand que mide 140 metros y exige menos de 10 minutos para recorrerse.

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