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Ahí están, desafortunadamente, los ataques terroristas de Bélgica para recordarnos que no hay garantías de tranquilidad, incluso en días de tan baja actividad por la celebración de la Semana Santa.

Las nuevas formas del terrorismo, con atacantes solitarios, multirraciales, dispuestos a morir por sus causas, bien entrenados, perfectamente adoctrinados, expertos en manejo de explosivos. En fin, un ejército pulverizado por el mundo con la autonomía y la determinación de causar terror en cualquier momento.

Las consecuencias humanas son terribles con decenas de personas inocentes muertas, otros tantos heridos y cientos de miles afectados en su vida cotidiana. Miles de millones de euros en pérdidas materiales. Vidas y planes truncados.

Y en los mercados una ola expansiva que de inmediato alcanza a los sectores directamente involucrados con las características del ataque.

Las acciones de las líneas aéreas, de los prestadores de servicios turísticos, de las líneas navieras, en fin, todas aquellas actividades vulneradas por el terrorismo que golpea un aeropuerto en plena época vacacional de la Semana Santa.

A nivel individual, miles de personas pierden dinero si tienen en su poder boletos de vuelos que se cancelan, si por un miedo comprensible deciden cancelar sus vacaciones o simplemente el costo intangible de vivir con miedo.

De inmediato los refugios habituales para los mercados en pánico se atiborran, los embudos en las puertas de entrada se notan en los aumentos del precio de los metales preciosos, en especial el oro, y en el incremento en las tasas de interés de las trincheras de los bonos alemanes o del tesoro estadounidense, los inversionistas sueltan sus euros y compran francos suizos.

Está claro, debemos tenerlo presente, que un acto terrorista de estas características, o como los que han azotado a Nueva York o Londres, no sólo buscan la muerte de inocentes y la destrucción física de infraestructura, sino también la ruina económica y financiera de aquellos a los que consideran sus enemigos.

Hay en esa maldad un cálculo de impacto en la economía y lo cierto es que habitualmente lo logran. Y el combate a esos grupos se vuelve algo muy complejo por sus mismas características de pulverización de sus grupos y su camuflaje con ciudadanos comunes.

Puede haber ataques dirigidos a los centros de entrenamiento y de concentración de los grupos dirigentes de estos terroristas, pero su combate es muy complejo y habitualmente involucra intereses políticos que son difíciles de conciliar.

Así, mientras el BCE intenta recalentar la economía con planes de liquidez a través de la compra de miles de millones de euros en bonos, con las tasas en cero y negativas para los depósitos, así el terrorismo busca que todo empeore.

La tranquilidad en los mercados puede regresar en horas o en días, los flujos financieros se estabilizan en días o semanas, la gente se mantiene alejada de los lugares concurridos de la ciudad atacada y de lugares similares durante semanas o meses. Pero el temor se queda para siempre.