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Iñaky Blanco llevaba un año sin decir palabra. En silencio se tragó la absurda versión de que él habría abierto las puertas para que escapara el tenebroso jefe de la policía de Iguala, Felipe Flores, todavía prófugo. Y dejó pasar la mentira de que no quiso entrevistarse con el grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ayer aceptó responder algunas preguntas. Una: “Nunca me buscaron los de la Comisión, ni a mí ni a mis colaboradores”.

Iñaky era el fiscal de Guerrero el viernes 26 de septiembre de 2014. En la madrugada del sábado 27, sus agentes llegaron con él a esa Iguala ensangrentada y desgraciada. Con la información disponible, sometieron a los policías municipales de guardia y a los que estaban de descanso. Y fueron por los de Cocula. Los desarmaron y encerraron para tomarles las declaraciones ministeriales por los hechos terribles que acababan de ocurrir.

Los aliados de los policías y, hoy sabemos, los Guerreros Unidos, sitiaron el lugar para tratar de liberarlos. Iñaky pidió el refuerzo de los soldados del 27 Batallón. Ahí mismo, ante el riesgo de otra balacera, decidieron trasladarlos a Acapulco.

Con base en 34 declaraciones ministeriales, peritajes y la identificación por parte de normalistas de Ayotzinapa que sobrevivieron a la carnicería, se estableció la probable responsabilidad de 22 policías municipales. En el hirviente Iguala, Iñaky y su equipo los fueron a arrestar y lo consiguieron. Todos siguen presos.

Mes y medio después, Iñaky le informó al flamante gobernador Rogelio Ortega que renunciaría al cargo. Es lo mejor, le dijo. Se fue el 12 de noviembre. Ese día apunté que el gobierno del presidente Peña Nieto quedaba en deuda con él, pues costaba imaginar en dónde estaría la investigación de la tragedia de Iguala sin el trabajo de Iñaky en las horas en que fallar era gravísimo. En un momento de verdades volátiles y enconos salvajes, lo menos que el Estado mexicano le debía al ex fiscal era un aplauso.

—¿Qué ha sido de tu vida este año?

—Te dije días antes de renunciar que me iba, pero me quedaba, en el sentido de que siempre he estado dispuesto a colaborar con las autoridades, particularmente con la Procuraduría General de la República, y con cualquier instancia, en el ánimo de dilucidar cualquier tipo de duda y aportar los elementos que se requieran.

—¿Pero qué ha sido de tu vida?

—Estamos litigando, dedicando tiempo a la familia y actualizándonos, particularmente lo que tiene que ver con la implementación del nuevo sistema acusatorio adversarial. Y, por qué no, en espera de que pudiera surgir una invitación para reincorporarnos al servicio público.

Cuando acertar era de vida o muerte, Iñaky acertó. El presidente Peña, el secretario Osorio Chong, no han mostrado aprecio por aquel trabajo del 27 de septiembre. Un gobierno desagradecido con los que se la jugaron de verdad.

MENOS DE 140. De Tv Azteca nacional a El Bronco. Lo que pasó con Guillermo Salinas Pliego es asunto de Nuevo León, no nuestro. ¿Así?

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