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Compartí gozosamente con Juan Pardinas, director del Imco, la conferencia que dio en Ciudad de México Salim Ismail, profeta del más prometedor y amenazante proceso que cruza por el mundo moderno: la innovación tecnológica.

La conferencia fue, entre otras cosas, un sorprendente listado de las innovaciones que están ya en el mercado y que terminarán destruyendo, por una mejora sustantiva de la productividad, al menos 50 empleos y 25 campos industriales del mundo que conocemos, entre ellos el empleo de chofer y la industria de la música.

Los campos de innovación desafiante, o “disruptiva”, como la llama Ismail, son la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la medicina, la neurociencia, la energía y, desde luego, la computación, el instrumento ombligo del resto.

Para dar una idea de la intensidad vertiginosa y la profundidad del cambio, quizá basten estos dos ejemplos:

1. Cualquier smartphone de hoy es capaz de procesar tanta información como la que solo podía tener a su servicio un presidente de Estados Unidos en la época de Clinton.

2. En el año 2010 estaban conectados a internet mil 200 millones de personas. En 2015, eran 2 mil 800 millones. En 2020, estarán conectados a la red 6 mil millones de usuarios.

En medio de la cascada de portentos futuristas de la conferencia, lo que ganó la imaginación de Juan y la mía, sin embargo, fue el comentario de Ismail sobre la glándula del sistema límbico, llamada amígdala, que acompaña al hombre desde su aparición sobre la Tierra.

La amígdala es la glándula o el segmento del cerebro que produce el miedo, la antena que recibe los registros de peligro y los transmite al cerebro con una potencia superior a cualquier otro asunto, pues del miedo depende la supervivencia del animal humano más que de cualquier otro sentimiento.

El Homo sapiens podía equivocarse en apreciar la belleza de un crepúsculo, pero no en desoír el rugido de un león cercano.

La amígdala del principio de los tiempos sigue ahí dentro de nosotros oyendo con mayor atención los peligros y las catástrofes que los logros y los goces.

La glándula amígdala es la diosa de las malas noticias. Nuestra diosa.

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