Elecciones 2024
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No sé si el lector recuerde al viejo PRI. Si la lectora o el lector no lo conocieron, estuvieron ausentes durante la era de los gobiernos autoritarios disfrazados de paternalista y simulada democracia de mano dura. En todo el territorio nacional no se movía un papel sin la autorización del presidente en turno: un ser humano ejemplar que, durante los seis años de su mandato, todo lo sabía y en nada se equivocaba. (¿Quién dice que los cocodrilos vuelan? El Señor Presidente. Bueno sí, vuelan… pero bajito).

En aquellos tiempos, los presidentes de la República emanados del Revolucionario Institucional, eran jefes de todas las instituciones nacionales, incluyendo al propio partido y a toda autoridad surgida del llamado partidazo que arrasaba electoralmente a un costo menor que lo que se gastó para regresar.

Durante el sexenio de Carlos Orejas de Gortari, el último presidente-emperador, fueron retirados de su cargo 17 gobernadores, dos de ellos, Fernando Gutiérrez Barrios y José Patrocinio González, para ocupar la Secretaría de Gobernación uno al principio y otro al finalizar el salinato. Los otros 15 renunciaron, con argumentos diversos, por órdenes del inquilino de Los Pinos.

El paradigma sufrió un quiebre durante el mandato de Ernesto Zedillo cuando éste mandó a Tabasco al bisoño secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, con la misión de pedirle su renuncia al, ya para entonces colmilludo, Roberto Madrazo, quien aconsejado por el profesor Hank, se montó en el macho del federalismo y no renunció a la gubernatura. (De Esteban Moctezuma se contaba un chiste: ¿sabes lo que era el secretario de Gobernación antes de serlo? Era niño).

Sin embargo, Zedillo, el de la sana distancia con el PRI, tuvo que exigirle la renuncia a su compadre Rubén Figueroa Alcocer, por la matanza de Aguas Blancas que balconeó la televisión. Figueroa renunció al cargo de gobernador pero siguió mandando en Guerrero. El mismo presidente que nunca traía cash, le movió el piso e hizo renunciar a la gubernatura de Morelos al general Jorge Carrillo Olea, por existir sospechas de que tenía vínculos con el narcotráfico. (Al parecer alguien confundió a Carrillo Olea con Carrillo Fuentes quienes vivieron en mansiones contiguas y semejantes en la ciudad de Cuernavaca: palabra derivada del náhuatl y que significa “donde el narco le entra con su cuerno”).

Pero todo por servir se acaba y acaba por no servir. Apoyado por el Partido Acción Nacional, llegó a la máxima Magistratura, el irresponsable Vicente Fox que no sabía siquiera el domicilio de las principales dependencias del gobierno federal y que desmanteló el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) fundado por Carrillo Olea, organismo encargado del espionaje interno; actividad indispensable para gobernar con fuerza y controlar el aparato de gobierno al estilo impuesto por el viejo partido.

Con el debilitamiento del partido tricolor, las gubernaturas estatales se repartieron entre el otrora partidazo, el PAN y algo le tocó a la izquierda. Esta división favoreció a los gobernadores quienes se convirtieron en verdaderos virreyes de sus comarcas sin tener que rendir cuentas al centro. En el 2003 se fundó la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), lo que les dio más poderío a los mandatarios estatales, sobre todo a los del PRI que sin la figura vigilante y controladora de un Ejecutivo de su mismo partido y la laxitud de los gobiernos panistas en la materia, se volvieron independientes y todopoderosos en sus regiones. El resultado fue que obtuvieron el poder absoluto, mismo que corrompe absolutamente.

Durante el foxiato no hubo un solo gobernador que renunciara por maniobras operadas desde Los Pinos. Lo mismo sucedió durante el gobierno de Felipe Calderón el primer presidente-empedador.

Así llegamos al momento donde los gobernadores priistas, amos y señores de sus feudos, se unen para que su partido recupere el máximo poder federal para lo cual se necesitó mucho dinero; único modo de impulsar con éxito la candidatura de Enrique Peña Nieto. El dinero con el que lo apoyan los gobernadores sale de la corrupción absoluta con la que manejan sus respectivos cotos de poder. ¿Recuerdan los lectores los 25 millones de pesos en efectivo procedentes del gobierno de Veracruz que fueron asegurados por la PGR en el aeropuerto de Toluca y, posteriormente, devueltos con el argumento de que ese dinero estaba destinado al pago en efectivo de diversas actividades culturales de la Feria de la Candelaria en Tlacotalpan, del Carnaval de Veracruz y la Cumbre del Tajín? Lo que no se explicó es si el dinero estaba destinado para esas cuestiones qué hacía en Toluca. Cualquiera puede sospechar que ese dinero era la aportación, ¿total o parcial?, de Javier Duarte para la campaña del carismático —por lo caro— candidato mexiquense.

De eso se deduce que pese al clamor popular de sus gobernados que, desde hace tiempo, lo acusaban de malversación de fondos públicos, no se haya movido un dedo para ejecutar la acción de la justicia contra Duarte de Ochoa. Fue hasta ahora que pidió licencia como gobernador, cuando apenas, al parecer hay una orden de aprehensión en su contra por parte de la PGR que a todas luces le permitió al exgordito huir. Según el caricaturista Helguera, se puso a dieta para poder volar en helicóptero.

Ahora la pregunta es si lo aprehenderán o lo dejarán escapar. Sé, de buena fuente 
—las Cibeles—, que viaja por el territorio nacional, rumbo al norte, disfrazado de payaso siniestro.