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Lo que quiero dar a entender con la paráfrasis del conocido refrán del niño ahogado y el pozo tapado son dos puntos: Uno, durante sus dos primeros periodos de cárcel, el capo del Cártel de Sinaloa era llamado por sus captores, los jefes de éstos y los jefes de los jefes de éstos, con su nombre y el don por delante -al estilo de los líderes obreros. ¿La razón? Obvia: repartía dinero, y como dice otro refrán: “Con dinero baila el perro”. Y los perros que don Joaquín hacía bailar eran de todas razas y perreras; falderos, finísimos lebreles, ovejeros y labradores; sabuesos y perros policías, y perros de los que ladran y no muerden (no muerden si los están viendo, porque en lo oscurito o por debajo del agua, reciben toda clase de billetes; esta última modalidad tiene la ventaja de que al mojarse los billetes se lavan y quedan rechinando de limpios). El segundo punto que quiero señalar con la comparación del pozo que tapan es que si después de la espectacular segunda fuga del delincuente, que motivó que el país y sus inútiles y corruptas autoridades hicieran el ridículo en el concierto mundial de naciones -donde la nuestra toca las maracas-, el narcotraficante lograra un tercer escape, entonces sí este país se autoincineraría y desaparecería, no sin antes cederle, en calidad de trofeo y como prueba de la verdad histórica, las cenizas a Donald Trump para que las eche en el río que dividía su país del nuestro -al no haber país ya no hay división y al no haber división ellos se quedaron con todo el río. (Por supuesto que los gastos de incineración y adherentes correrían por nuestra cuenta).

¿Escaparse? Ni en sueños

Tras la “misión cumplida” de la tercera captura, independientemente de la forma en la que el delincuente haya sido apresado, las altas autoridades del país dieron la orden y, sobre todo, pusieron el ejemplo, de que esta vez ningún dinero -y debe haber habido ofertas tentadoras— lograría una fuga. De ahí que desde que el capo cayó -el pasado 8 de enero— lo traigan a mecate corto.

Ya en el penal de alta seguridad del Altiplano, el Chapo escribió un manifiesto, fechado el 16 de enero, que fue facilitado a los medios por su abogado José Luis González Meza: paradójicamente en el comunicado expresó que está incomunicado y que no puede dormir: “me levantan a pasar lista en el día cada hora y en la noche cada dos horas, hay un perro al lado mío que ladra mucho y también me espanta el sueño” -no es labrador sino ladrador. (Por cierto, la cocaína es una sustancia cuyo uso y abuso quita el sueño, no deja ser una contradicción que el tipo que vendiera esa sustancia ahora no pueda dormir… y eso que no la usa).

Al parecer el comunicado tuvo cierto efecto, ya que a partir de su difusión se le ampliaron los periodos de sueño a 4 horas, después de las cuales se le despierta sólo para comprobar que no se ha fugado el preso al que no le han quitado la vista de encima. ¿No es absurdo? No cualquiera se despierta 30 o 40 segundos y enseguida se vuelve a dormir. El Chapo tarda en conciliar el sueño y cuando ya va sumergiéndose en la meme, tiene que emerger de súbito porque ya se cumplieron otras 4 horas y su guardián quiere cerciorarse de que no ha estado vigilando un narcotraficante inflable.

El periodista Ciro Gómez Leyva, en sus columnas del diario El Universal y en su noticiero radiofónico, ha tratado el caso con sentido de la justicia y desde el punto de vista de los derechos humanos. “Así se trate del peor delincuente —escribió ayer- la ONU concluyó en el 2014 que la privación del sueño por periodos prolongados constituye tortura”.

En entrevista radiofónica con Emma Coronel, considerada por la ley la concubina del narco, la madre de sus pequeñas gemelas, Ciro le preguntó si la falta de sueño de su pareja sentimental es un atentado contra su vida. Emma contestó: “Exactamente. Están jugando con su salud. Por la falta de sueño se le sube la presión hasta 190, eso puede producirle un infarto o un derrame cerebral”.

El comisionado federal de Prevención y Readaptación Social, Eduardo Guerrero, le comentó al periodista, “no victimices a Joaquín”. No es victimizarlo, al igual que Gómez Leyva, creo que los derechos humanos son hasta para las ratas, como Arturo Montiel.

La Constitución Política de la Estados Unidos dice en el Artículo 18: “El sistema penitenciario se organizará sobre las bases del respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte, como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad…”.

Vi una fotografía de Loera junto al perrazo que lo cuida -a éste no puede hacerlo bailar. Supongamos que el recluso se ponga a jugar futbol para producir endorfinas y no sentirse deprimido. ¿Tendría que jugar con todo y perro? ¿El perro jugaría en su equipo o en el contrario? El señor Eduardo Guerrero lo pondría a jugar en contra de él para que el Chapo se sintiera Cristiano Ronaldo enfrentándose a Luis Suárez.