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Después de aproximadamente cuatro años de discusión sobre una posible salida de Grecia de la eurozona, que finalmente no se consumó, ahora el Reino Unido analiza su posible salida de la Unión Europea (UE).

Gran Bretaña no es parte de la Unión Monetaria Europea, pues mantiene su propia moneda y tiene un banco central independiente, pero desde 1973 ha formado parte de la UE.

A pesar de ser una pieza fundamental de la UE desde sus inicios, Reino Unido siempre ha peleado por mantener cierta independencia. En 1991, cuando se firmaron los tratados de Maastricht que sentaron las bases para la evolución de la comunidad europea hacia la UE y se estableció un plan a mediano plazo para introducir el euro como moneda única, Gran Bretaña negoció su participación sin la obligación de adoptar el euro.

Adicionalmente, Reino Unido rechazó ser parte de la zona Schengen, por lo que no comparte fronteras abiertas con el resto de los países de la UE. No obstante, ha obtenido beneficios tangibles de su membresía en la UE, principalmente en forma de una disminución en las barreras comerciales y un fuerte incremento en el comercio. Actualmente, 50% de las exportaciones de Reino Unido tiene como destino la UE; mientras que en 1973, antes del establecimiento de la comunidad europea, esta cifra alcanzaba apenas 30 por ciento.

A pesar de los claros beneficios económicos de pertenecer a la UE, un número creciente de miembros del Partido Conservador y del Partido Independiente ha hecho campaña para que Reino Unido abandone la UE.

Hasta hace relativamente poco, un escenario de salida se veía remoto, pero la politización del tema ha incrementado de manera importante la probabilidad (de acuerdo con las principales casas de apuestas en Reino Unido, ésta es de 33 por ciento). La discusión ha llegado a tal grado que el primer ministro, David Cameron, ha convocado un referéndum para el 23 de junio en el que los votantes decidirán la permanencia de Reino Unido en la UE.

Los que favorecen una salida destacan los siguientes factores: i) el miedo a la creciente migración de extranjeros; ii) la facilidad de establecer acuerdos comerciales con nuevos socios como Estados Unidos sin depender de la UE; iii) el creciente costo regulatorio de pertenecer a la UE, y iv) la percepción de que la relación costo-beneficio entre los recursos con los que contribuye el Reino Unido al presupuesto de la UE y la capacidad de influir en las decisiones de la UE es desproporcionada.

Por otro lado, los que abogan por la permanencia enfatizan las posibles consecuencias económicas de una salida. De acuerdo con un estudio realizado por el Centre for Economic Performance de la London School of Economics, el costo de abandonar la UE para Reino Unido podría representar entre 1 y 3% del PIB aproximadamente, mientras que otro estudio de Citibank estima un impacto de hasta 4 por ciento.

El principal canal de transmisión sería el comercio, ya que la UE es el socio comercial más importante de Reino Unido. De acuerdo con el estudio, las exportaciones de Reino Unido a la UE representan 15% del PIB. Adicionalmente, el estudio indica que abandonar la UE podría traer consecuencias negativas a raíz de una reducción en la Inversión Extranjera Directa.

No obstante, los que favorecen una salida rápidamente colocan el caso de Suiza en la mesa, que, Suiza, a pesar de no ser miembro de la UE, también tiene a la UE como destino de 50% de sus exportaciones. Sin embargo, esto se debe a que Suiza ha realizado una gran cantidad de tratados específicos con la UE para tener acceso preferencial a este mercado, situación que Reino Unido tendría que construir. La experiencia de Suiza nos dice que Reino Unido puede sobrevivir fuera de la UE pero que para lograrlo tiene mucho trabajo por hacer y un costo inmediato del que difícilmente podrá librarse.