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El general Cienfuegos, secretario de la Defensa, quiere regresar el Ejército a los cuarteles y quiere una ley de “seguridad interior” que ampare la acción militar cuando esta sustituya a las policías en tareas de seguridad pública.

Creo que hay que tomarle la palabra en ambas cosas: hay que devolver a los militares a los cuarteles y hay que hacer una ley que precise cuándo pueden emplearse las fuerzas armadas para suplir deficiencias de la seguridad pública.

¿Cómo regresar a los militares a sus cuarteles?

Bueno, lo primero es planteárselo como prioridad. Las decisiones en estos años han sido cómo usar más a los militares en la guerra contra narco. Hay que pensar cómo usarlos cada vez menos, hasta regresarlos a sus cuarteles.

El retiro ha de hacerse poco a poco, con un plan que no deje las cosas tiradas y a comunidades y regiones indefensas.

También hay que hacer la ley que pide el general Cienfuegos, pero no para legalizar la situación que existe hoy, sino para impedir que se repita en el futuro.

No necesitamos una ley que legalice lo existente, eso sería legalizar el desastre. Necesitamos una ley que impida en el futuro un uso de la fuerza militar tan discrecional, tan largo, en muchos momentos tan ilegal, como el que se ha dado en estos años.

Fundamental también es volver la mirada al origen del problema, al régimen de la prohibición de las drogas y la consecuente persecución del narcotráfico.

En estos años terribles, el eje de la persecución
del narcotráfico fue llevado a un nivel de intensidad desconocida. La estrategia fue descabezar y fragmentar a los grupos criminales.

Han descabezado y fragmentado a todos y lo único que han logrado es la multiplicación de la matanza. Porque nada produce más violencia intestina entre los cárteles que su descabezamiento: hacia adentro, porque los miembros se matan para ver quién se queda con el mando; desde fuera, porque el grupo descabezado se debilita y atrae el ataque de sus rivales.

Resultado: más de 200 mil muertos, la mitad atribuible al crimen organizado, y más de 28 mil desaparecidos, cientos de miles de desplazados, una crisis de derechos humanos como un iceberg y los militares, que reconocen haber matado 4 mil, diciendo: Ya no más.

Coincido: ya no más.

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