Elecciones 2024
Elecciones 2024

Hace un año la mezcla mexicana de petróleo superaba los 90 dólares y hoy apenas alcanza los 47 dólares por barril. En ese entonces la expectativa era contratar coberturas petroleras por simple disciplina y el tema era más bien cómo administrar la abundancia de la combinación de recursos fiscales altos y los tradicionales dólares abundantes del petróleo.

Claro que Pemex ya dejaba ver los efectos de su mala salud financiera con una drástica baja en sus niveles de producción. Sin embargo, nada que ver con el derrumbe que ha sufrido recientemente.

Cuando los precios iniciaron su baja, la Secretaría de Hacienda tuvo la habilidad suficiente para cerrar los contratos de futuros en un nivel promedio de 76.40 dólares por barril para una parte de las exportaciones de crudo mexicanas.

Es sin duda uno de los grandes logros financieros a reconocerle a la actual autoridad financiera, así se trate tan sólo de un paliativo ante el tamaño de la caída.

Y es que ahí viene la calamidad, donde no hubo la habilidad suficiente ni del Poder Ejecutivo ni del Legislativo de prever una caída que afectaría los ingresos y por lo tanto el gasto público.

Dejaron correr el presupuesto para este año con un estimado de 79 dólares por barril, a pesar de las advertencias de que el cambio en el mercado petrolero no era derivado de la coyuntura de una guerra de precios de Arabia Saudita, sino por el cambio estructural en la producción de hidrocarburos de los Estados Unidos.

La respuesta fue aprobar un presupuesto tan irreal que no pasó de enero antes de que el gobierno federal tuviera que anunciar los primeros recortes, por más de 124,000 millones de pesos, al menos en el papel.

Porque ahora que el tema central de los discursos oficiales en materia financiera se enfoca en lo importante de la disciplina fiscal, la realidad es que en el informe de finanzas públicas que recién se presentó si algo está pendiente es esa austeridad prometida.

Quizá la apuesta, ya más arriesgada, es a recargar la tijera en la segunda mitad del año y confiar en que los recursos de las coberturas cambiarias que se recibirán durante el último tramo del año ayuden a paliar el déficit fiscal.

Pero por lo pronto habría dudas razonables sobre la posibilidad de cumplir con el equilibrio prometido para este año.

Hoy se buscan coberturas para el próximo año y difícilmente alguien se aventará una apuesta superior a los 50 dólares por barril. Porque hoy no hay dudas para nadie de que el cambio es de fondo en la industria petrolera.

La desaceleración económica de China es coyuntural pero con un peso tan importante en la demanda de materias primas que afecta las expectativas de varios años. La todavía frágil apertura del mercado iraní del petróleo es otro golpe a lo establecido y por supuesto que la insistencia estadounidense de mantener boyante su industria petrolera local es determinante.

Como compensación ante la ausencia de buenos contratos de cobertura petrolera para el próximo año, lo que tiene que funcionar como reloj es el tan esperado presupuesto base cero.

Si esa jugada le sale al gobierno federal podría encontrar en ella una reforma estructural memorable para este país. Pero si no funciona de acuerdo con las expectativas, no pinta bien el trato que pudiera darle el mundo a un país que prometió una disciplina fiscal que sólo habría quedado en el papel.