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Las tribulaciones del mercado bursátil ponen a prueba la capacidad de los tecnócratas chinos de resolver los problemas. Hasta ahora no han podido.

China tiene más inversionistas en la Bolsa de Valores que miembros del Partido Comunista. Alrededor de 90 millones de chinos han comprado acciones, en respuesta a una campaña de Estado para impulsar el mercado de valores y colocar a Shanghai como una plaza financiera de clase mundial.

Pekín ha realizado el mayor intento de la historia de construir un boom bursátil desde el Estado. En cierto sentido lo han conseguido. La Bolsa de Valores de Shanghai es la tercera más grande del planeta, que alcanzó hace dos meses un valor de capitalización de 5.5 billones de dólares. La otra Bolsa de la china continental se encuentra en Shenzhen. En mayo del 2015 valía 2.2 billones de dólares.

El gobierno es regulador, inversionista, arquitecto de políticas financieras y ecualizador de los analistas. En estos días, los medios no pueden publicar palabras equivalentes a estampida de inversionistas o debacle bursátil. Es el capitalismo de Estado y un asunto chino. Gobierno, empresas y hogares chinos tienen 98.5% de los títulos. Los extranjeros tienen una participación marginal, de 1.5 por ciento.

Desde el 12 de junio, los mercados bursátiles de China han perdido el equivalente a 3.9 billones de dólares. Esto es una cifra colosal, 9.7 veces mayor que la deuda de Grecia. Tres veces el PIB de México.

¿Cómo afectará a China la turbulencia de su mercado accionario? No hay un diagnóstico contundente, porque no sabemos cuánto más caerán las bolsas chinas. La principal fortaleza financiera de China sigue siendo su enorme tasa de ahorro. Esto marca una gran diferencia frente a Estados Unidos que vivió la crisis del 2008-2009 con un bajo nivel de ahorro y altos niveles de endeudamiento en los hogares.

La turbulencia bursátil es manejable, en buena medida porque representa una parte acotada de su economía. Las inversiones en Bolsa sólo representan 15% en promedio del ahorro de los hogares en China. Otros analistas matizan. Destacan que hay entre 20 y 40 millones de inversionistas individuales que pueden sufrir grandes pérdidas. Advierten que estos damnificados podrían convertirse en un foco de inestabilidad social.

Lo que preocupa del dragón es aquello que Credit Suisse llama la triple burbuja: bienes raíces, inversiones y malas deudas. China ha vivido una de las mayores burbujas inmobiliarias del orbe. Tiene la mayor burbuja inversora del mundo y una burbuja crediticia comparable a las de Estados Unidos, derivada de la expansión descomunal del crédito a empresas públicas y gobiernos locales. La deuda de gobiernos locales y empresas públicas de China es equivalente a 280% del PIB. Está en la panza de los bancos chinos.

¿Cómo resolverán estas tres burbujas? Desde hace años se habla de que la economía de China deberá aterrizar, bajar su nivel de crecimiento y poner orden. La duda es si veremos un aterrizaje suave o un choque contra la pista. Las tribulaciones del mercado bursátil ponen a prueba la capacidad de los tecnócratas chinos de resolver los problemas. Hasta ahora no han podido. Han intentado casi todo: suspendieron la cotización de 50% de las empresas que estaban en la pizarra; inyectaron miles de millones de yuanes y decretaron cárcel para ciertas formas de especulación.

Por eso hay nerviosismo. Si los tecnócratas no pueden con el menor de los demonios, ¿cómo resolverán las tres terribles burbujas, que son mucho más complejas?