Elecciones 2024
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El 1 de diciembre escribí que la implacable crisis política y moral del otoño de 2014 marcaba también la derrota del proyecto de la administración peñanietista para que los medios dejaran de informar sobre violencia e inseguridad. 

Con una endeble argumentación, que parecía más cercana al pensamiento mágico, el flamante gobierno recalcaba que el silencio mediático ayudaría a reducir la criminalidad. El objetivo era presionar a dueños y periodistas para bajar los decibeles y afirmar que México estaba menos mal en ejecuciones, secuestros, extorsiones, asaltos, tragedias cotidianas. Querían propaganda. Si no, omisión. 

Una mayoría de los medios, incluidos algunos muy duros con Peña Nieto como gobernador y candidato del PRI, se plegó en 2013 y parte de 2014 a esta línea que salía de Los Pinos y Bucareli. Abordar la violencia se convirtió en un reto temerario al régimen que, por decir, había encarcelado en un chasquido a Elba Esther Gordillo. 

La violencia no desapareció. México sigue siendo una carnicería. 

Con candidez, concluí aquel 1 de diciembre que, ahogado por la tragedia de Ayotzinapa y los escándalos de las casas, en el gobierno de Peña Nieto, que cumplía dos años, nadie persistiría en relanzar un proyecto de censura para negar que había cuentas que pedir, muertos que contar. 

Y sí, se vivió un momento extraordinario en el último trimestre de 2014 y el primero de 2015 en revelaciones, testimonios, presentación de documentos, debates, polémicas. Pero, por lo visto, alguien ha convencido al presidente Peña Nieto de que es hora de volver a apretar a medios y periodistas. 

En estas semanas he vuelto a sentirme en la intemperie de 2013. He vuelto a escuchar cómo una secretaría de Estado advierte que es mejor no retomar ciertos temas divulgados por otro medio, y cómo resurge el discurso del “Presidente necesita a los medios amigos en tiempos tan delicados”. 

En 2013 la intolerancia fue con el tema de la violencia; en 2015 es la corrupción. Me cuesta comprenderlo. Y quiero creer que este gobierno está dispuesto a ganar los debates con documentos y razones, no a través de la intimidación. Nada lastima y enfurece más a dueños y periodistas que se les ordene acatar y callar. 

Doy por sentado que las mentes lúcidas del gobierno asumirán que tratar de imponer el silencio es un búmeran que regresa en lapsos cada vez más cortos. Y cada vez con más fuerza. 

Tratar de censurar sería una apuesta suicida para el presidente Peña Nieto. Suicida hoy y mañana. 

MENOS DE 140. 30 millones de pesos le costó al candidato del PAN, Javier Gándara, su avión XA-USS, me dice el equipo de la priísta Claudia Pavlovich.

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