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En el duelo entre la CNTE y el gobierno solo puede haber un ganador. Estamos ante un conflicto que no admite términos medios. Si la autoridad logra mantener intactas las leyes que sustentan la reforma educativa, habrá ganado. Si, por el contrario, la legislación es modificada y las normas se “suavizan”, la victoria será para la CNTE.

La aparición del SNTE, con su lista de exigencias, anticipa la aceptación de algunas demandas magisteriales por parte del gobierno. Sin embargo, es previsible que lo acordado se mantenga dentro de la legislación vigente. Por relevantes que estos cambios resulten, la CNTE seguramente los rechazará por insuficientes y continuará su lucha.

La CNTE tiene a su favor décadas de experiencia en la lógica de movilizarse para negociar y, sin importar lo conseguido, volver a movilizarse. Así obtuvo, por ejemplo, el control de la educación en Oaxaca. Esta historia ha sido apuntalada por su capacidad para mover a miles de personas durante meses. Si bien la CNTE no obtiene las mejores calificaciones en las encuestas, sus demandas son “legitimadas” por la empatía que genera en importantes sectores de la izquierda.

Para el gobierno la situación es muy complicada, pues frente al reiterado compromiso de no alterar la reforma educativa, está la imperiosa necesidad de terminar el conflicto para recuperar la tranquilidad. Es el choque de dos mandatos, igualmente legítimos, que impide mantener una estrategia gubernamental unificada. Además, en los hechos, la tragedia de Nochixtlán anuló la capacidad del gobierno para usar la fuerza pública. Así, en la calle y en la mesa de negociación la favorecida es la CNTE.

El balance de fuerzas complica los pronósticos. Pero tal vez no es en ese balance donde está la principal razón para pensar en la sobrevivencia de la reforma, sino en los enormes costos que pagaría el gobierno si es que cede. La reforma educativa, además de ser la mejor evaluada, sintetiza el espíritu reformista de este gobierno. Retroceder sería tanto como comprometer el legado del presidente Peña Nieto. Peor aún, significaría un claro refrendo a la estrategia de confrontación como vía para dar marcha atrás a otros cambios estructurales.

La CNTE es el principal reto político que ha enfrentado este gobierno: lo ha colocado en la difícil disyuntiva de preservar su legado reformista o recuperar la paz social.