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Es una decisión estratégica de Petróleos Mexicanos recortar el gasto en refinación y no tocar sus proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos.

Tenemos un socio que gustoso nos vende toda la gasolina que necesitemos, porque allá tienen una producción boyante, por su nueva realidad de potencia petrolera. Para México es conveniente importar combustibles que están hoy a muy buen precio.

Siempre será más conveniente para la seguridad nacional y hasta para el nacionalismo el contar con gasolinas hechas en México, esta es parte de la esencia de la reforma energética.

Pero combustibles para comprar en el exterior hay suficientes. Lo que falla es la capacidad de transportar, almacenar y distribuir esos energéticos.

Este país vive al día en materia de gasolinas. Las reservas son muy bajas. Sería muy prudente saber que tenemos suficientes combustibles para al menos dos o tres semanas de consumo, la verdad es que tenemos apenas para tres días, cuando mucho.

Hemos estado en situaciones de emergencias meteorológicas en donde la reserva de gasolinas en México se ha medido en horas. Afortunadamente se regularizó y no pasó a mayores.

La posibilidad de que en poco más de dos años podamos elegir entre diferentes marcas de gasolinas implica inversiones millonarias, pero también depende de garantizar la seguridad a los inversionistas de que podrán importar, producir, almacenar y distribuir sus productos energéticos sin que sean víctimas de la delincuencia de manera tan escandalosa como hoy le pasa a Petróleos Mexicanos.

A Pemex le robaron el año pasado el equivalente a 17,000 millones de pesos a través de miles de tomas clandestinas. Las gasolinas robadas son impunemente vendidas a pie de carretera, se distribuye ilegalmente a flotillas e incluso es distribuida a estaciones de servicio que pagan evidentemente más baratos los combustibles robados.

Si no hay una autoridad que sea capaz de frenar ese mercado negro, es obvio que hay incentivos para seguir robando a la nación.

Es como la familia que ante la incapacidad de las fuerzas policiacas tiene que enrejar su casa o su negocio, invertir mucho dinero en medidas de seguridad que sustituyan la falta de efectividad, o peor aún, la complicidad de la autoridad.

Ahora Pemex, con sus 77 terminales de reparto de gasolinas saturadas, decide terminar sus productos antes de la distribución a los intermediarios. Así, transportarán por los ductos materia prima inútil para el uso final.

Y así como los ladrones encuentran la manera de vulnerar las rejas de una casa, así las bandas del crimen organizado encontrarán la manera de tener su propia proveeduría de éter metil tert-butílico, que será el ingrediente faltante a añadir en las terminales de reparto.

De nada sirve a Pemex el distribuir combustibles que tienen una especie de ADN, me refiero a una particular aplicación de químicos de control que identifican cada envío por los ductos, si no hay una autoridad que sea capaz de frenar y castigar a los responsables de este robo millonario.

Pemex, como el tendero que despacha tras las rejas, tiene que buscar la manera de defenderse del crimen ante la ausencia de un Estado de Derecho en el país.

Medidas desesperadas ante la gran reforma estructural pendiente de México.