El pontífice presidió la última celebración eucarística en “El Punto”, lugar fronterizo de Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas
El Papa Francisco presidió la Santa Misa en la frontera de Ciudad Juárez, en el lugar conocido como “El Punto”.
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— Andrés Beltramo A. (@sacroprofano) febrero 17, 2016
La ceremonia inició con uno de los momentos más emblemáticos de su visita a Ciudad Juárez: el papa Francisco rezó y depositó un ramo de flores en “La Cruz del Migrante”.
Las flores, señalan, son simbólicas de los migrantes que han muerto en su intento de cruzar la línea divisoria entre México y los Estados Unidos.
La reunión se hacía más emotiva porque, del lado de Estados Unidos, también se preparaban para la misa. El Monseñor Eugenio Lira, el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, compartió una foto donde en el Estadio de la Universidad de Texas, en la ciudad fronteriza de El Paso, fieles se habían reunido para ver y escuchar la transmisión de la misa.
Inicia la Misa
Iniciada la procesión al altar, comenzó a la misa en la frontera. El papa Francisco, acompañado de sus ceremonieros, llevó un báculo que le regalaron en el evento anterior del día, donde internos del CERESO de la ciudad le dieron en obsequio.
El pontífice inició la sagrada misa correspondiente al año litúrgico, donde viste de morado en alusión al tiempo de Cuaresma.
La homilía
Pasada la parte de la misa de la Liturgia de la Palabra (es decir, tras haber leído la Primera Lectura, el Salmo Responsorial, la Segunda Lectura, el canto del Aleluya, así como el Evangelio), el papa Francisco emitió la homilía, que es la explicación de la Palabra de Dios, que escucharon aproximadamente más de 300 mil personas.
“Gloria a Dios y en la vida del hombre”, fue como se expresó al inicio el papa Francisco. “La Gloria del Padre es la Gloria de los hijos”, indicó.
El papa abordó su mensaje explicando las lecturas enunciadas en la Misa. Aludiendo a la misión de Jonás enunciada en el Antiguo Testamento, citó el pasaje donde Dios encomienda a a Jonás se le encomendó ir “a comprender que con esa manera de tratarse, regularse, organizarse, lo único que están generando es muerte y destrucción, sufrimiento y opresión”.
“En este texto nos encontramos frente al misterio de la Misericordia Divina”, señaló, misma que “rechaza a toda forma de maldad”. “La Misericordia se acerca a toda situación para transformarla desde adentro; ese es precisamente el misterio de la Misericordia Divina: se acerca, invita a la conversión, al arrepentimiento, invita a ver el daño que en todos niveles se está causando. La Misericordia siempre entra en el mal para transformarlo”.
También aprovechó la palabra para hacer un enérgico llamado a los escuchas, a quienes dijo que, hoy en día, “estamos a tiempo de reaccionar y transformar; modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo y lo que nos está degradando como humanidad.
Recordó que “nos ayuda ca confiar en el presente y confiar en lo sano que hay en el corazón. La Misericordia de Dios es nuestro escudo y fortaleza”
Por otro lado, el papa señaló que existe “el don de las lágrimas”, señalado por ser estas parte fundamental de la Misericordia y aquellas que pueden recordar a “sensibilizar la mirada”.
“Son las lágrimas las que pueden ablandar el corazón; ablandar la mirada y ver el círculo de pecado en que muchas veces se está sumergido. Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud entumecida y adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura de abrirnos a la conversión. Así le pasó a Pedro después de haber renegado de Jesús”, indicó.
“Que esta palabra suene con fuerza hoy entre nosotros. En este año de la Misericordia y en este lugar, quiero con ustedes implorar la Misericordia divina, quiero con ustedes el don de las lágrimas, el don de la conversión. Aquí, en Ciudad Juárez como en otras zonas fronterizas”, indicó.
Señaló que el punto fronterizo en el que se encuentran es “un paso, un camino lleno de terribles injusticias, esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros”.
Por otro lado, condenó la situación de la migración.
“Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global; esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado, frente a tantos vacíos legales que siempre atrapa y destruye siempre a los más pobres”
Indicó que los migrantes “no solo sufren la pobreza, sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en los jóvenes; ellos, ‘carne de cañón’, son pereguidos y amenazados cuando tratan de salir del espiral de violencia y de las derogas.
Los feminicidios
“Y qué decir de tantas mujeres a quienes les han arrebatado injustamente la vida”, señaló inmediatamente el pontífice, para con ello tocar el tan sensible tema de los feminicidios que ocurren en el país.
“Pidámosle a nuestro Dios el don de la conversión, el don de las lágrimas”, para revertir estos casos, señaló.
Con ello, pasó a su exhortación más enérgica: “no más muerte y explotación; siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre”, afirmó. “Hoy también apostamos por la conversión”.
Reconoció a los religiosos
Por otro lado, también reconoció el trabajo de aquellos religiosos que se encuentran activos en diversas organizaciones en favor de los migrantes.
“Sé también del trabajo comprometido de hermanas religiosas, de religiosos y de sacerdotes, que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida. Asisten, en primera línea, arriesgando muchas veces la propia vida suya. Con sus vidas, son profetas de Misericordia; son el corazón comprensivo y los pies acompañantes de la Iglesia que abren sus brazos y sostienen”.
“Es tiempo de conversión; es tiempo de salvación; es tiempo de Misericordia”. Por eso digamos, junto al sufrimiento de tantos rostros,
“Señor, apiádate de nosotros. Purifícanos en nuestros pecados y crea en nosotros un corazón puro, un espíritu nuevo”
Saluda a los del “otro lado”
Por último, saludó a “nuestros queridos hermanos y hermanas que nos acompañan simultáneamente al otro lado de la frontera; en especial, en aquellos que se han congregado en el Estado de la Universidad de El Paso, conocido como ‘Sun Bowl’, señaló.
“Gracias a la ayuda de la tecnología podemos celebrar juntos ese amor misericordioso que Jesús nos da y que ninguna frontera podrá impedirnos compartir. Gracias hermanos y hermanas”, señaló.
Luego de terminar la homilía, se pidió silencio para poder reflexionar el mensaje que el pontífice dio en la última celebración eucarística en nuestro país.
A partir de ello, continuó la celebración de la Misa con las peticiones, la consagración, la comunión y la oración.
Redacción