El autogobierno, las condiciones de hacinamiento y la nula atención de las cárceles propicia que sobrevivir en las cárceles cuesta y mucho
Cuando pareciera que la cárcel podría ser el lugar donde más reforzadas se deben ver las medidas de seguridad para las personas que bajo la consideración de la ley son autoras de un determinado crimen, y que no podrían pasar peor penitencia que permanecer ahí privados de la libertad, las prisiones son uno de los eslabones donde impera la impunidad y la corrupción en nuestro país.
En México, las personas que están privadas de libertad, cual sea la causa que los tenga ahí, y sea el proceso y sentencia que enfrenten para obtener su libertad, tienen que hacer diferentes cosas para sobrevivir al interior, donde el principal reto es salir vivo del sistema de autogobierno de los demás reos, y donde hay que pagar por cualquier mínimo derecho en un lugar donde nunca existe la calma.
Esta es la realidad de las cárceles de México. Presentamos una serie de datos recopilados por el medio BBC que documenta la crueldad que se vive al interior de los penales.
Dormir acostado, tener acceso a agua, evitar golpizas, asaltos, extorsiones violaciones, caminar libre por los pasillos y ser protegido en el interior de las cárceles tienen un elevado costo.
Por todo se paga en las cárceles, y mantenerse en las cárceles puede llegar a costar cinco mil pesos mensuales para vivir en relativa calma.
Las 277 prisiones estatales mexicanas son las que presentan mayores problemas de cuotas informales, señaló la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), quien además señaló que el total de internos en nuestro país es de 254 mil 705, la gran mayoría en las cárceles que dependen de las entidades federativas.
Un dato que la organización Civil Documenta señala que en la Ciudad de México, específicamente en los Reclusorios Oriente, Sur, Norte, así como la Penitenciaría de Santa Martha, el total de cuotas, tan solo por cumplir con la lista de asistencia de los internos alcanzarían 336 mil pesos por día.
Cuotas desde el momento en que se pisa la cárcel
Apenas llega un nuevo reo, y debe saber todo lo que le espera adentro. Para que se le entregue una muda de ropa beige, la cuota puede ser de unos 20 pesos.
Ocupar la plancha de cemento que servirá como cama para dormir y conseguir una cobija puede costar, dependiendo el tipo de prisión, aproximadamente 100 pesos.
Para entrar al baño, salir de la celda, cruzar algún pasillo, entrar por una puerta y recibir notificaciones del exterior, tales como avisos o notificaciones de juzgados, también tienen costos. Los pagos varían entre 5 y 10 pesos por cada vez.
Los servicios básicos también tienen costo. Acceder a un litro de agua puede costar 2 pesos. Recibir la comida de que sirven en la prisión, 15 pesos. Rentar una mesa de plástico para las visitas familiares puede costar aproximadamente 100 pesos, y por dormir acostado puede costar semanalmente 260 pesos.
Evitar agresiones en la cárcel requiere más cuotas, que incluye desde pagar para no ser golpeado, hasta la contratación de servicios similares a los de los guardaespaldas. De este último, la tarifa está, dependiendo la prisión, entre dos 2 mil 500 pesos y 5 mil pesos al mes.
También no ser trasladado a áreas donde se encuentra la mayoría de los internos o dormitorios peligrosos tiene un costo, que durará el tiempo que el reo permanezca en la cárcel.
¿A dónde van las cuotas?
Las cuotas se entregan a internos, custodios y empleados de los juzgados, pero ellos no se quedan con todo, señaló al medio la analista Saskia Niño de Rivera, presidenta de la organización Reinserta.
“Ese dinero llega muy alto. Los custodios no se lo quedan ni tampoco los directores de los penales. Llega mucho más arriba”, afirma, pese a las reiteraciones que autoridades locales y federales señalan tratando de desmentir esta advertencia.
Internos y familias pagan el costo
Quien paga el permanente costo de vivir en las cárceles lo pagan los internos y, principalmente, sus familias. Implica un costo muy fuerte mantener a un familiar, que implica, en muchas ocasiones, vender muebles, carros, negocios, casas, buscar un trabajo o tomar trabajos adicionales, y todo lo que sea necesario para obtener dinero para pagar porque se cuide a su familiar y pagar para cada visita.
Las tarifas de visita y de entrega de bienes al interno están a cargo de los custodios. Se pagan 20 pesos por introducir una tarjeta telefónica, 80 pesos por meter un alimento no autorizado; 120 pesos por cambiar de zapatos por los que señala el reglamento.
Introducir aparatos como televisiones o equipos de sonido cuesta entre 800 y mil pesos. Llevar a los internos un teléfono móvil cuesta entre mil quinientos y 2 mil pesos, de acuerdo a la prisión.
Sin embargo, también lo familiares pagan cuotas a los reos. Pedirle a un interno que avise de su llegada cuesta 10 pesos. Luego, entre 2 y 5 pesos cuesta pagar por cada puerta que se cruzan. Si multiplicamos estas cifras por el 3.2 millones de visitas anuales, vemos que las cifras resultan escandalosas.
El autogobierno
El diagnóstico de la CNDH señala que el problema de fondo de las cárceles es la falta de control al interior de las mismas. De acuerdo al “Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2014”, en el 70 por ciento de las cárceles más sobrepobladas existe “autogobierno”.
En ellas, el verdadero control lo ejercen los reos, propiciando mucho mayores casos de abusos, cuotas y violencia al interior.
Los problemas de falta de control de parte de las autoridades, la poca supervisión que se realiza al interior de las cárceles, la sobrepoblación penitenciaria que realmente vive en condiciones de hacinamiento y raquítica salubridad, así como los bajos sueldos de los custodios, son parte de un círculo vicioso al cual la omisión de las autoridades provocan que el sistema penitenciario mexicano carezca de un sistema efectivo de readaptación, de reinsertación social y de seguridad para los internos y, de paso, del país.
Con información de BBC